Un hijo del circo by John Irving

Un hijo del circo by John Irving

autor:John Irving [John Irving]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788483838372
editor: 2014
publicado: 2014-02-17T16:00:00+00:00


Un uso dudoso de Martín Lutero

Martin Mills había insistido en observar al doctor Daruwalla en medio de sus tareas, pues había proclamado —aun antes de ver a uno solo de los pacientes— que el médico estaba desempeñando «la obra del Señor». Al fin y al cabo, ¿qué actividad era más cercana a Jesús que la curación de niños lisiados? «La salvación de sus almitas», conjeturó Farrokh, que había permitido que el fanático le siguieran tan de cerca como su propia sombra, pero sólo porque quería ver cómo evolucionaba de la recuperación de la paliza. El médico había previsto, atentamente, cualquier indicio de que el escolástico hubiera sufrido una lesión cerebral grave, pero Martin Mills desaprobaba laboriosamente esta teoría. Su locura específica no parecía relacionada en modo alguno con un trauma; más bien era, aparentemente, el resultado de una ciega convicción y una educación sistemática. Además, tras la experiencia en Fashion Street, el doctor Daruwalla no se atrevía a dejarlo suelto en Bombay, pero no había encontrado tiempo para despacharlo a la presunta seguridad de San Ignacio.

En Fashion Street, Martin Mills había pasado completamente por alto el gigantesco retrato del Inspector Dhar recién pegado encima de los puestos del bazar de ropa. El misionero se había percatado del anuncio de la otra película. Al lado de El Inspector Dhar y las Torres del Silencio había un cartel de El justiciero de la ciudad, con un gran retrato de Charles Bronson.

—¡Es idéntico a Charles Bronson! —había observado el jesuita.

—Es Charles Bronson —le había informado Farrokh.

Pero en la imagen del Inspector Dhar, el misionero no había visto ningún parecido consigo mismo. Sin embargo, los vendedores de ropa lo miraban con ojos funestos. Uno se negó a venderle cualquier cosa y el escolástico supuso que no tenía nada del tamaño adecuado. Otro le gritó que su aparición en Fashion Street solamente era un truco publicitario, debido, lo más probable, a que el misionero se había empeñado en llevar en brazos al mendigo tullido. La acusación fue expresada en marathi y el niño con pie de elefante animó la escena escupiendo sobre un anaquel lleno de ropa.

—Calma, calma..., aunque te ataquen, limítate a sonreír. Enséñales caridad —había aconsejado Martin Mills al lisiado: debió de suponer que lo que había provocado la agresión era Ganesh con su pie aplastado.

Fue un prodigio que escaparan con vida de Fashion Street. Farrokh ya había conseguido convencer a Martin Mills de que debía cortarse el pelo. Aunque lo llevaba bastante corto, el médico había dicho algo acerca de que cada vez haría más calor y que en la India muchos ascetas y hombres santos se afeitaban la cabeza. El corte que había acordado —con uno de los barberos que cobraban tres rupias y que se situaban al final de los puestos de ropa de Fashion Street— había sido casi al rape. Pero incluso como «cabeza rapada» Martin Mills conservaba algo de la agresividad expresiva del Inspector Dhar. El parecido de familia iba bastante más allá de la proclividad a la sonrisa despectiva.



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