Un héroe de nuestro tiempo by Mijaíl Y. Lérmontov

Un héroe de nuestro tiempo by Mijaíl Y. Lérmontov

autor:Mijaíl Y. Lérmontov [Lérmontov, Mijaíl Y.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1839-01-01T00:00:00+00:00


…………………

Esta mañana me levanté tarde; cuando llegué a la fuente, ya no había nadie. Comenzaba a picar el calor; nubecitas blancas y esponjosas corrían veloces desde las montañas nevadas, presagiando tormenta; la cúspide del Mashuk humeaba como una antorcha apagada; a su alrededor giraban y se desplazaban serpenteantes unos desgarrados nubarrones grises que, detenidos en su curso, diríanse prendidos en un espinoso matorral. El aire estaba saturado de electricidad. Me adentré en la hilera de vides que conduce a la gruta. Sentía tristeza; pensaba en la mujer joven del lunar en la mejilla, de quien me hablara el doctor… ¿A qué habrá venido? ¿Será ella? ¿Qué me induce a creerlo? Más aún, ¿por qué estoy convencido de que es ella? ¿Acaso hay pocas mujeres con lunares en las mejillas? Embargado por tales pensamientos, me acerqué a la gruta. Miré y vi que a la sombra fresca de una bóveda, sentada sobre un banco de piedra, estaba una mujer con sombrero de paja, envuelta en un chal negro, la cabeza reclinada sobre el pecho. El sombrero le ocultaba el rostro. Quise volverme para no turbar sus sueños, cuando me miró.

—¡Vera! —exclamé sin poder contenerme.

Ella palideció estremecida.

—Sabía que estaba usted aquí —me dijo.

Me senté a su lado y le cogí la mano.

Una palpitación olvidada ya hacía tiempo recorrió mis venas al conjuro de aquella voz acariciante. Me miró a los ojos con los suyos, profundos y serenos: expresaban desconfianza y algo parecido a reproche.

—¡Cuánto tiempo sin vernos! —dije yo.

—¡Sí; y ambos hemos cambiado mucho!

—Por lo tanto, ¿ya no me quieres?…

—¡Estoy casada!… —contestó ella.

—¿Otra vez? Sin embargo, hace unos años existía la misma causa y, no obstante…

Desprendió su mano de las mías y sus mejillas se encendieron.

—¿Tal vez amas a tu segundo marido?…

Ella, sin responder, volvió la cabeza.

—¿O es muy celoso?

Silencio.

—¿Por qué callas? Es joven, guapo y, probablemente, rico; y tú tendrás miedo…

La miré y quedé asustado; el semblante denotaba una profunda desesperación y las lágrimas brillaban en sus ojos.

—Di me —susurró, por fin—, ¿te divierte mucho atormentarme? Debería odiarte. Desde que nos conocemos, no me has dado más que martirios… —su voz tembló, se inclinó hacia mí y apoyó la cabeza en mi pecho.

«Tal vez —pensé yo—, por eso precisamente me quisiste: las alegrías se olvidan, las penas jamás…».

La abracé fuertemente, y así permanecimos mucho tiempo. Por fin, nuestros labios se juntaron, fundiéndose en un beso ardiente, embriagador; sus manos estaban como el hielo, y su cabeza ardía. Entablamos después una de esas conversaciones que en el papel no tienen sentido, que es imposible reproducir y ni siquiera recordar: la significación de los sonidos sustituye y completa el alcance de las palabras, como en la ópera italiana.

Ella, resueltamente, no quiere presentarme a su marido, el viejecito cojo que vi de paso en el bulevar. Se ha casado con él por el bien de su hijo. Es rico y padece reúma. No me he permitido ninguna burla a cuenta de él: ella le respeta como a un padre, y lo engañará como a



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.