Un futuro hogar para el dios viviente by Louise Erdrich

Un futuro hogar para el dios viviente by Louise Erdrich

autor:Louise Erdrich [Erdrich, Louise]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2016-12-31T16:00:00+00:00


Espero hasta estar de vuelta en la habitación antes de llevarme la mano al bolsillo de la bata y, con gran asombro, saco una carta. Una carta. Mi compañera de habitación vislumbra la esquina del sobre. Baja la vista rápidamente hacia su madeja de hilo, pero percibo la chispa en sus ojos. Voy al cuarto de baño y dejo correr el agua mientras abro la carta, que, desde un primer momento, estoy segura, es de Phil, y la leo.

La carta no dice: «Te amo más que a la vida, la mía o la de cualquiera, y voy a ir a buscarte. Mantente fuerte».

Tampoco dice: «Ve a las escaleras a las cuatro de la tarde y te estaré esperando con un grupo de gente en quien confío para sacarte de ese lugar y llevarte conmigo».

Lo que dice es lo siguiente: «Phil te entregó. Ten cuidado y espérame. Te quiero, hija querida».

La nota está escrita con la caligrafía de mi madre Songmaker.

Más tarde, rompo la carta en mil pedazos que tiro por el retrete, salvo la última frase de «Te quiero, hija querida». Me meto en la cama, sin apenas poder respirar, con el corazón compungido. Me falta el aire, me queman los pulmones. Phil fue quien nos traicionó. Mi ángel Phil. Presiono el trozo de papel contra la mejilla y cierro los ojos. No lloro. Llorar es para nimiedades, supongo. Durante toda la noche y el día siguiente, estoy catatónica, hasta que el segundo día me incorporo en la cama, débil y mareada, me tomo el desayuno putrefacto y me trago la vitamina. Ese día, me aturdo, enrollando hilo mecánicamente. El tercer día, con enorme fuerza de voluntad y profundo penar, tiro al retrete la pastilla de la felicidad. Y pienso que quizá Sera se equivoque. Quizá ella no sepa tanto como se cree. Sin tener para leer la primera parte de la carta, comienzo a dudar de si he leído esas palabras en realidad. Mantengo la alianza de mentira de Phil en el dedo e intento olvidar esas frases.

12 DE OCTUBRE

Hoy sucede lo mismo que el otro día. Estoy delante del mostrador, manteniendo a duras penas una conversación de lo más agradable y banal con Orielee, la enfermera más rolliza y más odiosamente alegre de todas, cuando a mis espaldas el ascensor llega a nuestra planta y se detiene. Las puertas se abren. Conozco el modo de andar de Hiro y noto cómo me pasa rozando. Esta vez, bajo el brazo sobre el bolsillo de la bata y me alejo, arrastrando los pies en la dirección opuesta a mi habitación. Doy un par de idas y vueltas más por el pasillo antes de ir al cuarto de baño y agazaparme sobre el mensaje.



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