Un Cuento de Navidad by Charles Dickens

Un Cuento de Navidad by Charles Dickens

autor:Charles Dickens
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Cuento, Fantasía, Clasico
editor: eBook's Xibalba
publicado: 2013-07-29T16:00:00+00:00


Una divertida velada

La sobrina de Scrooge no tomaba parte en el juego de la gallina ciega, permanecía sentada en una butaca con un taburete a los pies en un cómodo rincón de la estancia, donde el Espíritu y Scrooge estaban en pie detrás de ella. Pero participaba en el juego de prendas, y era de admirar particularmente en el juego de «¿cómo os gusta?», con todas las letras del alfabeto, y la misma habilidad demostró en el de «¿cómo, dónde y cuándo?», y, con gran alegría secreta del sobrino de Scrooge, derrotaba completamente a todas sus hermanas, aunque éstas no eran tontas, como hubiera podido deciros Topper. Habría allí veinte personas, jóvenes y viejos, pero todos jugaban, y lo mismo hizo Scrooge, quien, olvídando enteramente (tanto se interesaba por aquella escena) que su voz no sonaba en los oídos de nadie, decía en alta voz las palabras que había que adivinar, y muy a menudo acertaba, pues la aguja más afilada, la mejor Whitechapel, con la garantía de no cortar el hilo, no era más aguda que Scrooge, por más obtuso que se propusiera parecer.

Al Espectro le agradaba verle de tan buen humor, y le miró con tal benevolencia, que Scrooge le suplicó, como lo hubiera hecho un niño, que se quedase allí, hasta que se fuesen los invitados. Pero el Espíritu le dijo que no era posible.

—He aquí un nuevo juego —dijo Scrooge—. ¡Media hora, Espíritu, sólo media hora!

Era un juego llamado «sí y no», en el cual el sobrino de Scrooge tenía que pensar en una cosa y los demás adivinar lo que pensaba, contestando a sus preguntas solamente sí o no, según el caso. El vivo juego de preguntas a que estaba expuesto le hizo decir que pensaba en un animal, en un animal vivo, más bien un animal desagradable, un animal salvaje, un animal que unas veces rugía y gruñía y otras veces hablaba, que vivía en Londres y se paseaba por las calles, que no se exhibía , que nadie lo conducía, que no vivía en un zoológico, que nunca se llevaba al matadero, y que no era un caballo, ni un asno, ni una vaca, ni un toro, ni un tigre, ni un perro, ni un cerdo, ni un gato, ni un oso. A cada nueva pregunta que se le dirigía, el sobrino soltaba una nueva carcajada, y llegó a tal extremo su júbilo, que se vio obligado a dejar el sofá y echarse en el suelo. Al fin, la hermana regordeta, presa también de una risa loca, exclamó:

—¡He dado con ello! ¡Ya sé lo que es, Fred! ¡Ya sé lo que es!

—¿Qué es? —preguntó Fred.

—¡Es vuestro tío Scro-o-o-o-oge!

Eso era, efectivamente. La admiración fue el sentimiento general, aunque algunos hicieron notar que la respuesta a la pregunta «¿Es un oso?» debió ser «Sí», tanto más cuanto que una respuesta negativa bastó para desviar sus pensamientos de Scrooge, suponiendo que hubieran tenido cualquier tendencia en ese sentido.

—Ha contribuido en gran manera a divertirnos —dijo Fred— y seríamos ingratos si no bebiéramos a su salud.



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