Un caniche blanco muerto (Spanish Edition) by Maluenda Luis Gutiérrez

Un caniche blanco muerto (Spanish Edition) by Maluenda Luis Gutiérrez

autor:Maluenda, Luis Gutiérrez [Maluenda, Luis Gutiérrez]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: noir, Novela, thriller, Novela Negra
editor: Literaturas Comunicacion, S.L.
publicado: 2012-01-26T06:00:00+00:00


NUEVE

Me desperté a las siete de la mañana lleno de buenas intenciones, con ganas de trabajar duro y ganarme el sueldo. Satisfecho con mi actitud y con la conciencia tranquila, me dormí de nuevo hasta las diez. Cuando me desperté tenía más apetito que buenas intenciones y ganas de trabajar. Hice un trato conmigo mismo: a las once y treinta me comprometía a estar frente a la comuna okupa, tratando de localizar a Iris.

De hecho, no creía que Iris tuviese por costumbre madrugar.

Cumplí el trato: a las once y veinte minutos estaba frente a la casa «rehabilitada» de los okupas, admirando las nuevas muestras artísticas que decoraban las multicolores paredes. Una de ellas estaba especialmente conseguida: un tipo alto de levita y chistera negra con el símbolo del dólar pintado en sus ropas, tenía una columna de humo en lugar de pies, lucía largos colmillos de vampiro de los que resbalaban gruesas gotas de sangre –imaginé que era un emocionado y agradecido recuerdo al propietario de la casa– y huía despavorido por el acoso de un perro feroz, tocado con una capa decorada con la hoz y el martillo. El contraste de la negritud del vampiro con la blanca palidez de su rostro demudado y el rojo intenso de las gotas que se deslizaban por sus afilados colmillos me resultó poéticamente reconfortante: hice el firme propósito de acercarme más a menudo a darme un baño de cultura popular.

Mientras me deleitaba con la lectura de las consignas de evidente talante contemporizador que decoraban la pared lateral: «Por cada desalojo, un madero cojo», «Cómete a un rico», «Metralletas al poder», «El juez apunta, el policía dispara», «Un edificio desalojado, una bomba en el juzgado» etc., una aparición poco tranquilizadora hizo su aparición cruzando la puerta principal. La criatura debía de pesar alrededor de los ciento veinte kilos, incluyendo la mugre, una cresta multicolor remataba su cráneo rapado en los lados, lucía unos ajustados pantalones cuya tela imitaba la piel de una serpiente y una camiseta con el lema «Hierba pa to er mundo» moldeaba sus adiposidades pectorales. El fulano tenía una cara tan expresiva como el radiador de una furgoneta. De su garganta surgía un ruido angustioso. Intentaba cantar.

Me acerque a él, consciente de estar frente a una de esas situaciones desagradables que cada hombre debe afrontar en su vida. Él debió de pensar lo mismo, ya que dio un paso atrás y me miró con recelo.

—Hola, estoy buscando a mi prima, se llama Iris. ¿Sabes donde esta? —El fulano a cinco pasos olía a rechazo a la ducha, por lo que no me acerqué más.

Me contestó con una voz semejante al traqueteo de un montacargas huérfano de mantenimiento.

—¿Eres su primo? Bueno. Está en el laburo.

Supongo que pensar en Iris dedicada a algo tan convencional como el trabajo me hizo componer un gesto de asombro. El adalid de la elegancia tradicional debió malinterpretar el gesto ya que lo intentó de nuevo, usando un lenguaje más tradicional:

—Está en el curro.

—¿Y dónde trabaja?

—Ahí al lao, en el metro.



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