Un Buen Hombre En África by William Boyd

autor:William Boyd
La lengua: spa
Format: epub
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788420424637
editor: www.papyrefb2.net

CAPÍTULO 10

Morgan cerró el libro y creyó oír el ruido de su sangre abandonándole el rostro. Se apoyó en la pared y sintió cómo un miedo ciego zarandeaba todo su cuerpo. Con manos temblorosas volvió a colocar en su estante, en la sección medicina, un grueso volumen titulado «Enfermedades sexualmente transmisibles».

Había decidido no ir a trabajar hasta después de su cita con Murray. La dolorosa y agotadora sesión de orinar por la mañana temprano le había recordado su triste situación; además, no tenía ninguna prisa por encontrarse con Fanshawe. Imposible saber qué habría contado Priscilla a sus padres sobre la noche anterior. En consecuencia, y para matar el tiempo, había tomado un largo y moroso desayuno, durante el cual decidió ser brutalmente honrado consigo mismo y mirar la realidad en toda su desnudez. Con este propósito se había dirigido a la biblioteca de la Universidad para ver si lograba hacer luz sobre los particulares del mal que le aquejaba. Estuvo un buen rato merodeando por los estantes de la sección medicina hasta que por fin, y tras asegurarse bien de que nadie le veía, se puso a hojear el libro, lleno de ilustraciones a todo color, previamente fichado.

Ahora estaba contemplando, con la mirada perdida, la plazoleta inundada de sol del bloque administrativo, visible desde esta parte de la biblioteca. Su cabeza era en ese momento un catálogo vivo, plagado de imágenes espantosas; un almacén repleto de cebollas podridas, tomates reventados, coles rancias, lechugas infestadas de gusanos. Narices ulcerosas, paladares perforados, miembros grotescamente hinchados bailaban delante de sus ojos, como un carnaval organizado para enfermos desahuciados. En sus oídos resonaban algunos de los términos más inmundos y evocadores con que se había topado en su vida: «enjambre de treponemas», «meatus purulentus», «máculas», «pústulas», «trichonomas vaginilus», «granuloma iguinale», «begel», «verrugas venéreas», «candida albicans» —la tétrica y contundente terminología de la medicina.

Maquinalmente, se palpó un punto negro en la nariz, recorrió con la lengua la cavidad de la boca, verificó la flexibilidad de las rótulas. Había encontrado un capítulo entero dedicado a las enfermedades venéreas tropicales. Sus ojos se detuvieron ante palabras como «chancros», «herpes gigante», «lesiones fagedénicas». Se había topado asimismo con unos males extraños llamados «pinta», «yemas de cangrejo», y bastante apropiadamente, «ascos». Mientras leía, presa de una angustia pasmosa, estos epígrafes odiosos, la vista se le había ido nublando y el ojo derecho había contraído un tic pertinaz. ¿Cómo podían existir tales cosas?, se preguntó. ¿Qué circunstancias atroces habían sometido al microscopio del investigador todas estas mutaciones imposibles? ¿Cómo, además, se habían podido transportar de un lugar a otro estos cuerpos friables, supurantes y abotargados? Intentó tragar saliva, con el fin de poner nuevamente en marcha el proceso de sus glándulas desecadas. Echó una rápida ojeada a la generalidad de su cuerpo rechoncho, a la vez que le enviaba mensajes prudentes y accionaba los músculos de pies y manos. Notó cómo pasaba una corriente eléctrica por todas sus neuronas, cómo los vasos capilares irrigaban fielmente sus tejidos contraídos y cómo los tendones y cartílagos cumplían su misión de sostener la armadura de su cuerpo.

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