Un buen hijo de p... by Ismael Cala

Un buen hijo de p... by Ismael Cala

autor:Ismael Cala [Cala, Ismael]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-1-101-87264-2
editor: Knopf Doubleday Publishing Group
publicado: 2014-11-17T16:00:00+00:00


IV

“En la pugna entre el arroyo y la roca, siempre triunfa el arroyo… no porque sea muy fuerte, sino porque persevera”.

—H. JACKSON BROWN

El amor es un sentimiento que viene de la mano de la perseverancia. Para muchos, sin embargo, viene de la mano de la locura y no digo que eso no tenga su encanto, pero se puede enloquecer sin amar y siempre que se persevera, se ama. Santa Teresa de Jesús, la mística escritora española, igualó el don de perseverar con el don del amor, cuando escribió: “Si en medio de las adversidades persevera el corazón con serenidad, con gozo y con paz, eso es amor.”

Chris, rumbo a su total conversión en “un buen hijo de p…”, ya vive convencido de que actuando con perseverancia, junto a la pasión que siempre ha sentido por Mary, y con paciencia, podrá reconquistar el amor de ella y mantenerla a su lado definitivamente. Será su prueba suprema para demostrar que se ha convertido en “un buen hijo de p…”. Arturo se lo ha repetido en innumerables ocasiones. Sin embargo, la “p” de perseverancia, se torna resbaladiza, por cuanto la perseverancia es una virtud que puede hacerse esquiva cuando no se va cultivando poco a poco, con sosiego, en la misma medida que se va creciendo. La perseverancia tiene mucho de entereza, de paciencia, de tenacidad. ¡Cuántas virtudes nobles se requieren para llegar a contar con sus servicios! Ella es un don de dones; es, quizás, uno de los regalos más hermosos que Dios nos ha dado, uno de los que más ennoblecen el espíritu de los seres humanos. Luchar por conocer la perseverancia, después de haberla obviado en tantas ocasiones de la vida, no es tarea fácil. Chris lo sabe, pero él y Mary se merecen ese esfuerzo y eso lo impulsa. ¡Cuánto perseveró ella! ¡Cuánta paciencia tuvo con él! Es que Mary también es ejemplo de pasión, ella ha anidado para él la más pura de las pasiones, la que engendra el amor. Si alguien es “una verdadera buena hija de p…”, esa es Mary, se le ocurre a Chris.

“¡Cuánto tiempo ha perdido por mi culpa! ¡Cuánto la defraudé!”, se lamenta Chris.

Mary, desde que lo conoce hace ya ocho años, ha sido un ejemplo de amor y perseverancia, y él siempre fue su gran complemento. ¡Cuánta injusta frustración para ella por no haber obtenido lo que tanto buscó! ¡Cuánta frustración también para él! Quizás merecida, quizás no, pero frustración al fin, por no comprender los anhelos de ella, por no aceptar a tiempo una evolución pedida a voces.

“Sin embargo —reflexiona Chris—, aún somos jóvenes, tenemos mucha vida para tratar de recomponer lo que mi egoísmo despedazó, como decía mi madre: ‘De la misma forma en que un elefante entra a una cristalería’ ”.

Pero también tiene dudas.

“¿De verdad habrá tiempo todavía? ¿No estaré confiando demasiado en Arturo? ¿Y si su plan no funciona?”.

Chris se cuestiona y duda, pero la duda ya es diferente. No es la que provoca o es provocada por



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