Trasbordo a Babilonia by Nina Bawden

Trasbordo a Babilonia by Nina Bawden

autor:Nina Bawden [Bawden, Nina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1955-11-14T16:00:00+00:00


CAPÍTULO VII

Había apurado el cuarto whisky cuando escuché el ruido de la puerta principal al cerrarse. Luego percibí los pasos de Emily, que atravesaba el hall, y pocos segundos después abrió la puerta y la cerró para apoyarse en ella, con extrema fatiga, como si hubiera llegado al cabo de sus fuerzas. Creo que se habría desplomado al suelo si no hubiese corrido en su auxilio con una silla.

Me miró con expresión asustada y confundida. Le serví un whisky y se lo bebió rápidamente.

—¿Qué querían? —le pregunté. De pronto, me sentí enojado, con la indignación que nace del temor.

—Podía haber sido peor —declaró—. En realidad, no era nada importante…, sólo inesperado. Me comporté como una estúpida.

—¿Por qué? —le dije suavemente, para mitigar el horror que se le leía en los ojos y en la línea amarillenta de cansancio que le rodeaba la boca.

—Creía que todo eso ya estaba pasado y olvidado —añadió, como si hablara consigo misma—. Debería saber que no era posible.

—¿Qué querían? —repetí, y Emily me miró, parpadeando como quien despierta de una pesadilla.

—Era sobre David —repuso, pero con tono sorprendido— y no saben nada de lo ocurrido anoche; me refiero a que estuvimos en la barca. Según me informaron se trata de un accidente, y fueron muy bondadosos y pusieron gran cuidado para no alarmarme. Al parecer, Geoffrey estuvo ayer en el departamento de policía para presentar una denuncia sobre él.

—Continúa —le dije.

Se retorcía las manos, afligida, y parecía tan cansada y frágil que me inundó una ola de amor protector hacia ella.

—Es una historia desagradable —agregó con sencillez—. Supongo que, dadas las circunstancias, tienes que saberla.

Hubiera sido mejor que dijese que debía contármela. Comenzó su relato con cierta incoherencia y en forma no muy clara, cosa poco habitual en ella, como si los hechos que debía mencionar aún le produjeran una pena profunda e inmediata.

Sabía que David había estado en Belfast durante la guerra. Era jefe escritor y trabajaba para la I. R. A. Trabó amistad con los Hunter después de conocer a Emily por intermedio de su hermano Ruarhi, que colaboraba con él en el mismo periódico. Vivían a la sazón en Ulster. Geoffrey era gerente de un astillero, y tenían una casa en las afueras de Belfast. Había también un niño.

—Era una criaturita encantadora —me explicó Emily—, hijo de Geoffrey y su primera esposa, fallecida. Se llamaba Martin y tenía cuatro años…, o quizás un poco más, aunque lógicamente parecía menos.

—¿Por qué dices «lógicamente»? —le pregunté.

Me miró asombrada, como si debiera saberlo.

—¡Ah! —exclamó—. Era espástico y sufría de ataques espasmódicos —aclaró—; pero podía gatear y hasta hablar un poco. Los médicos opinaban que su cerebro jamás llegaría a desarrollarse normalmente, pero quizá lograse aprender a caminar. Era un lindo chico, muy parecido a Geoffrey, y lo queríamos mucho.

Se interrumpió y apresuré a preguntarle:

—¿Qué sucedió?

Intenté tomarle una mano, pero me rechazó, como si no desease tener contacto conmigo.

—Hubiese preferido morir antes de hacerle daño —agregó con voz monótona—. ¡Dependía tanto de todos los que lo



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