Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto by Luis González González

Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto by Luis González González

autor:Luis González González [González González, Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2010-12-31T16:00:00+00:00


Estela de Ahmose. Museo de El Cairo, Egipto.

Fotografía de Nacho Ares.

A bordo del buque principal, que llevaba por nombre ‘Toro Salvaje’, viajaba Ahmosis, el hijo de Ábana, en compañía del faraón cuando avistaron la ciudad de Ávaris. Al llegar al Delta del Nilo, Ahmosis, el hijo de Ábana, tomó el mando de una escuadra a través de un brazo del río que llevaba por nombre Pa-Djedju y comenzó un asedio que duró meses. Hubo gran cantidad de episodios épicos y el propio Ahmosis, el hijo de Ábana, nos cuenta cómo él mismo capturó a varios hicsos que luego le fueron entregados como sirvientes. Finalmente, el punto neurálgico de Ávaris cayó y el terror hizo aparición. Por todas las calles de la ciudad se extendió la muerte. Los soldados asiáticos caían a decenas, mientras que los egipcios, exaltados en su victoria, morían en menor número. No hubo piedad. La hegemonía de los hicsos había desaparecido y un nuevo viento soplaba desde el Delta hasta Elefantina: el viento de la libertad.

El regreso a Tebas fue triunfal. En el muelle, una comitiva esperó a Ahmose y en torno al buque real se agolparon decenas de egipcios enloquecidos, gritando el nombre de su rey. Ahmosis, el hijo de Ábana, fue condecorado con dos moscas de oro, galardón máximo de un militar, y los prisioneros le fueron entregados. Sin embargo, Ahmose no se alegró de su victoria. Sus ojos no se apartaban del norte, y a buen seguro tampoco los de su madre Iah-Hotep. Así pues, nuevamente ondearon los emblemas del Sema Tawy, la unión del Alto y Bajo Egipto a manos de los portaestandartes, y las tropas pusieron rumbo hacia la fortaleza de Sahuren, que había servido de prisión y tumba para muchos egipcios. Durante tres años, Ahmose persiguió a los hicsos y los pocos supervivientes jamás volvieron a acercarse a las fronteras defendidas por el faraón. No obstante, Ahmose no estaba satisfecho, pues sus ojos se volvían inexorablemente hacia el sur, ya que el joven halcón no había olvidado que los kushitas habían formado una coalición con los hicsos. Tomó nuevamente el mando de sus tropas, las embarcó y puso rumbo hacia Jent-Nefer. Allí, tal y como nos narra el fiel soldado Ahmosis, el hijo de Ábana, tuvo lugar una gran matanza que disipó cualquier intento de sedición.

Había nacido una casta militar, una nueva serie de monarquía basada en la continua defensa. Los años de sometimiento pasaron factura a todos los pueblos adyacentes que de una forma u otra habían confabulado en contra de Egipto. De esa forma, Ahmose pasó varios años más manteniendo activas todas las guarniciones de sus fronteras. Había nacido la XVIII Dinastía, una de las más grandes de toda la historia de Egipto. De aquí surgirían reyes que serían el espejo y modelo de futuras generaciones de reyes. Egipto conocerá un período de riqueza sin igual y expandiría sus fronteras hasta límites insospechados. Egipto sería, durante cientos de años, la mayor potencia de su época y engendraría tradiciones que con el paso de las centurias heredaría el mundo moderno.



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