Todo lo posible by Carmen Pacheco

Todo lo posible by Carmen Pacheco

autor:Carmen Pacheco
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Psicológico
publicado: 2015-12-31T23:00:00+00:00


15

—¡Joder! —Carlos miraba la tele sentado en el sofá.

—¿Qué pasa?

—Nada, un escalador que han ido a rescatar, pero el hombre ya estaba muerto.

—No te apenes, que igual era un hijo de puta y el mundo ha salido ganando.

A veces las palabras se derraman, como el agua de un cuenco que uno lleva con cuidado, que ha mantenido intacto durante tanto tiempo que parece imposible que en ese giro tan fácil, con ese movimiento tan sencillo, algo de líquido rebase el borde y se vierta, fatalmente. Porque no puede detenerse en el aire, no hay reflejos que lo eviten.

El tono, las palabras, la respuesta impulsiva. Al momento supe que, de esa forma tan tonta, me había salido de mi guion. Mi estrategia de contención tan celosamente ejercida había, al fin, hecho aguas.

Carlos apagó la tele y el estruendo del silencio hizo temblar el salón.

—Blanca, por favor, quédate un momento, tenemos que hablar.

Me detuve inmóvil, sin girarme aún, con la mirada fija en la puerta. Aquí estaba, esta era la escena. El momento tan temido, el punto de inflexión. A partir de aquí, la historia alcanzaría su clímax dramático y no habría marcha atrás. Me imaginé a mí misma avanzando hasta la puerta, quise girar el pomo con tanta intensidad que casi notaba su tacto metálico en la mano. Solo tenía que salir sin mirar atrás, correr, tomar el Paseo del Rey hacia otra vida. Pero no pude moverme ni un milímetro.

No recuerdo cuándo se levantó Carlos y cómo nos dispusimos en el espacio del cuarto, dónde encontró cada uno su posición, siguiendo la coreografía universal de las discusiones. Sería un tema interesante de estudio analizar la trayectoria de los sujetos durante las grandes peleas. Qué situación inconsciente prefiere cada participante, si se planta uno bajo el foco de luz o la evita. Cómo se expande y se contrae el espacio entre dos cuerpos según la dureza de las palabras que se arrojen.

—No sé lo que nos está pasando, pero esto no puede continuar así —fue su frase de apertura. Un clásico.

Discutir con Carlos me atemorizaba más allá del pánico con el que esperaba aquella escena, puesto que discutía con la paciencia y la precisión del francotirador. Jamás alzaba el tono ni perdía los nervios, y no era habitual que llegara al punto de enfrentamiento. Pero si lo hacía, no duraba mucho. Sus palabras, perfectamente medidas y afiladas, siempre hacían blanco. Con la mayoría de sus amistades, Carlos nunca había llegado a discutir, pero con las que lo había hecho ya no se hablaba.

—Creo que en lo que sea que esté pasando entre nosotros dos, tú tienes un papel más activo que yo —dije.

—¿Activo? Casi no tengo tiempo de pasar por casa, y cuando vengo... es como si fueras una compañera de piso Erasmus. Lo más íntimo que hacemos es compartir el baño. Blanca..., si esto no funciona hay que afrontarlo. Se le pone final y punto. Pero desde luego no voy a permitir que mi vida personal se haga más infernal que la laboral.



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