Tipos diversos by G. K. Chesterton

autor:G. K. Chesterton [Chesterton, G. K.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1907-12-31T16:00:00+00:00

Su confianza en la naturaleza humana era verdaderamente honorable y magnífica. Adoptaba la forma de un rechazo a creer en la abrumadora mayoría de los hombres, incluso cuando se proponían explicar sus motivos. Pero, aunque la mayoría de nosotros seguramente a primera vista tenderíamos a considerar esta nueva secta de cristianos algo menos escandalosa que algunas de esas conflictivas y absurdas sectas de la Reforma, incurriríamos al hacerlo en un error singular. Cuando reflexionamos sobre él, hallamos en el cristianismo de Tolstoi uno de los incidentes más emocionantes y dramáticos de nuestra civilización moderna. Representa un tributo a la religión cristiana aún más extraordinario que la ruptura de los sellos y las estrellas fugaces.

Desde la perspectiva de un racionalista, el mundo entero se vuelve casi irracional por el solo fenómeno del Socialismo Cristiano, que deja el universo científico patas arriba y vuelve esencialmente posible que la llave de toda evolución social pueda ser encontrada en el cofre polvoriento de un credo desacreditado. No podemos considerar este fenómeno sino como es en realidad.

La religión de Cristo, como muchas otras cosas verdaderas, ha sido refutada un extraordinario número de veces. Fue refutada por los neoplatónicos en el mismo asombroso momento en que inició su asombrosa y universal andadura. Fue nuevamente impugnada por muchos de los escépticos del Renacimiento sólo unos pocos años antes de que su segunda y extraordinariamente asombrosa encarnación, el Puritanismo, estuviera a punto de triunfar sobre numerosos monarcas y civilizar numerosos continentes. Todos convenimos en que estas escuelas de negación fueron tan sólo interludios en su historia; pero todos creemos de manera natural e inevitable que la negación de nuestro propio tiempo es verdaderamente una ruptura del cosmos teológico, un Armagedón, un Ragnarok, un ocaso de los dioses. El hombre del siglo diecinueve, como un colegial de dieciséis años, cree que sus dudas y depresiones son símbolos del fin del mundo. En nuestro tiempo, los grandes materialistas, que no han hecho sino destronar a Dios y llevar a los ángeles ante ellos, han sido ya aventajados, distanciados y obligados a parecer ortodoxos y humildes. Una nueva raza de escépticos ha encontrado algo infinitamente más emocionante que hacer que clavar las tapas de un millón de ataúdes y el cuerpo a una sola cruz. Han cuestionado no sólo los credos elementales, sino también las leyes elementales de la humanidad: la propiedad, el patriotismo, la obediencia civil. Han procesado a la civilización tan abiertamente como los materialistas procesaron a la teología; y han condenado a los filósofos a ocupar un lugar incluso inferior al que han condenado a los santos. Miles de hombres modernos se mueven callada y convencionalmente entre sus compañeros mientras sostienen opiniones sobre los límites nacionales o los bienes raíces que habrían hecho estremecerse a Voltaire como una monja que oyera una blasfemia. Y la fase última y más desaforada de esta saturnal de escepticismo, la escuela que más lejos ha llegado, aquella que niega la validez moral de esos ideales del valor y la obediencia que son

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