Tigres de verdad by Mick Herron

Tigres de verdad by Mick Herron

autor:Mick Herron [Herron, Mick]
La lengua: spa
Format: epub, azw3
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-18T16:00:00+00:00


* * *

Lamb tiró la chaqueta al perchero, pero no acertó.

—Colgadla por alguna parte —ordenó sin dirigirse a nadie en particular. Luego hizo rodar la silla del segundo escritorio del despacho, que Ho utilizaba para almacenar los empaques del software y las pringosas cajas de pizza, y, antes de sentarse, lo tiró todo al suelo de un manotazo—. Así está mejor. Y bien, yo pensaba que todos teníais trabajo que hacer.

Ho fue el primero en reaccionar:

—Les he dicho que volvieran a sus despachos, pero…

—Claro, claro… cállate, anda.

Lamb entrecruzó las manos sobre la barriga. Olía a tabaco y a sudor, pero daba la impresión de que se alegraba de que aquellos olores lo impregnaran todo.

—A ver, ¿qué es eso que estamos viendo?

—Hemos encontrado al tipo que raptó a Catherine.

—Sylvester Monteith —afirmó Lamb, impávido—: un viejo compinche de Peter Judd reconvertido en carroña tirada en la cuneta. —Contempló sus expresiones de asombro con una sonrisa desdeñosa que había ido practicando con los años—. ¿Y? ¿Os habíais propuesto darme una sorpresa?

—Judd está metido en todo esto, ¿verdad? —preguntó Louisa.

—Vaya, vaya —le dijo Lamb con pretendida admiración—, y yo que pensaba que te pasabas las noches follando hasta quedar atontada. Al final va a resultar que tu pequeño cerebro sigue funcionando.

Ho miró a Louisa con cara de perplejidad y Shirley sofocó una risita.

—¿Y tú qué te cuentas, Cartwright? —siguió Lamb—. Un día divertido, ¿no?

—Ha sido un día… diferente.

—Puedo imaginarlo. ¿Qué es eso de colarse en Regent’s Park por la cara? Te recuerdo que eres un agente del servicio secreto, no uno de los Siete Secretos de Enid Blyton. Pensaba que te habrías dado cuenta a estas alturas.

—Monteith me ha enviado esto.

River le mostró la pantalla del móvil y una sombra cruzó por sus ojos, aunque se esfumó un segundo después. Frunció los labios y dijo:

—¿A ti te parece que Catherine esté asustada?

—¡Es justo lo que acabo de decirles! —exclamó Shirley.

—Claro, y sin duda tú la habrías atado mejor. —Se volvió hacia River y apartó el móvil—. Esa tropa de Monteith formaba un equipo tigre, Judd los había contratado. Y tú has caído en su trampa como un gilipollas.

—Pero… entonces, ¿quién se ha cargado a Monteith? —intervino Marcus.

—Es lo que suele ocurrir cuando se juega con tigres, ¿no? A veces les da por ponerse a morder de verdad.

—Ya, pero ¿a quién estaban poniendo a prueba? —preguntó River—. ¿A nosotros o a la gente de Regent’s Park?

Lamb le clavó la mirada durante lo que pareció ser un minuto entero —algo perfectamente plausible tratándose de Lamb— y entonces se echó a reír. Y como se trataba de Lamb, aquello involucró todo su corpachón, que se estremeció al compás de las carcajadas. Uno de los botones de la camisa se le desprendió dejando al descubierto un peludo segmento de su inmensa barriga. Riendo así, a todo pulmón y con la cabeza echada hacia atrás, parecía un payaso malvado.

—Madre mía —afirmó finalmente entre jadeos—. Lo siento, pero es que uno se descojona contigo… «¿A nosotros o a la gente de Regent’s Park…?» Ja, ja, ja.



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