The Walking Dead: Woodbury by Robert Kirkman; Jay Bonansinga

The Walking Dead: Woodbury by Robert Kirkman; Jay Bonansinga

autor:Robert Kirkman; Jay Bonansinga [Bonansinga, Robert Kirkman; Jay]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: horror
ISBN: 9788448006358
publicado: 2012-12-11T23:00:00+00:00


Capítulo 10

Justo en ese momento, un estallido de disparos resuena en el interior de la nave.

Lilly se mueve en la oscuridad mientras Josh se arrastra hacia el montón de madera, cuando la ventana próxima a la puerta principal revienta hacia el interior.

Tres zombies iracundos se han apoyado en la ventana ruinosa, que cede bajo su peso. Los cadáveres —dos hombres y una mujer—, se meten en la nave. Llevan heridas profundas en la cara, y a través del hueco de los pómulos arrancados se les ven las encías y los dientes como si fueran filas de marfil ennegrecido. Irrumpen en la oscuridad y un coro de gemidos invade el edificio.

Josh apenas tiene tiempo de procesarlo cuando escucha el barullo aproximándose desde la parte trasera de la nave sombría. Se vuelve y ve a un caminante formidable vestido con un peto —seguramente un antiguo granjero—, cuyos intestinos cuelgan como guirnaldas viscosas, que se tambalea hacia él formando una nube de motas de polvo y chocando como un borracho contra las cajas y las pilas de restos de raíles.

—¡Lilly! ¡Ponte detrás de mí!

Josh se mueve de un lado a otro hasta llegar a la pila de madera y coge una enorme tabla para usarla de escudo. Lilly lo agarra por la espalda; la respiración se le acelera por el miedo. Josh levanta la tabla y avanza hacia el gigantesco zombie con la misma inercia con la que un defensa se prepara para un derribo.

El caminante emite un quejido babeante cuando Josh lo golpea con la tabla.

La fuerza del impacto hace que el monstruoso cadáver salga disparado hasta caer en el suelo lleno de carbonilla. Josh vuelve a estamparle el madero desde arriba. Lilly se lanza sobre el panel, y el peso de ambos hace que la cosa gigante quede aplastada entre la carbonilla, moviendo desesperadamente las extremidades putrefactas y arañando el aire por los bordes de la madera con los dedos ennegrecidos.

Fuera, mezclado con el silbido del viento, se oye el repicar de la campana que da la alarma.

—¡Me cago en la puta!

Josh pierde el control. Una y otra vez golpea con la tabla al zombie. Lilly se aleja de Josh; el hombre se coloca encima de la tabla y empieza a patearla con sus botas; el cráneo del granjero se parte. Salta sin parar sobre la tabla profiriendo un rosario de gritos y rugidos entrecortados. El rostro se le retuerce de cólera.

La materia gris chorrea a borbotones por debajo del extremo superior de la tabla mientras se escucha un repugnante crujido. Los huesos del cráneo han cedido. El granjero se queda inmóvil. Un gran charco de fluido negro asoma por debajo de la madera.

Todo ocurre en cuestión de segundos: Lilly retrocede horrorizada, al tiempo que se oye una voz que viene de la calle de enfrente, se trata de una voz familiar, tranquila y serena:

—¡Al suelo, tíos! ¡Todos al suelo!

En algún rincón de su cerebro, Josh reconoce la voz de Martínez y, a su vez, recuerda que los otros dos caminantes se aproximan desde la entrada de la nave.



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