Teatro crítico universal. Tomo II by Benito Jerónimo Feijoo

Teatro crítico universal. Tomo II by Benito Jerónimo Feijoo

autor:Benito Jerónimo Feijoo [Feijoo, Benito Jerónimo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1727-12-31T16:00:00+00:00


Discurso séptimo

Senectud moral del género humano

§. I

1. Del mismo modo, y con la misma frecuencia que se dice que el Mundo con el discurso del tiempo se deterioró en lo físico, se asegura que el hombre, tomado en común, se estragó en lo moral. Celébranse los tiempos antiguos, y se abomina el presente. Dícese que entonces reinaba la virtud, ahora el vicio: que la justicia, la verdad, la continencia, la moderación hicieron su papel en otros siglos; en cuyo lugar sucedieron al teatro del Mundo; ahora impugnaremos el error (que no es menos vulgar) de la Senectud Moral del género humano. Dámosle este nombre, por la analogía que tiene el estrago que puede hacer el tiempo en las almas con el que hace en los cuerpos.

2. Quisiera que se me dijera qué siglos felices fueron esos en que reinaron las virtudes. Búscolos en las Historias, y no los encuentro. Tan semejante me parece el hombre de hoy al de ayer, que no le distingo. No bien se perdió el estado de la inocencia, cuando se vió en su mayor altura la malicia. ¿Qué alevosía mas feamente circunstanciada que la de Caín con Abel? No menos entre los hombres, que entre los Ángeles, se observa gigante [189] el vicio desde su propio nacimiento.

3. Como se fueron multiplicando los hombres, se fueron multiplicando los vicios. Al paso que iba el hombre poblando la tierra, la iba desolando la culpa. ¿Cuándo se vió de tan feo semblante el Mundo como en aquel desdichado siglo, en que exceptuando una familia corta, tantos eran en la especie humana los delincuentes, como los individuos? Estaba el Orbe recién engendrado; y ya todo corrompido. Todo era un abismo cubierto de nuevas tinieblas, nuevos caos, más horrible que el que había desviado la mano Omnipotente. No sólo no había hombre que no fuese reo; no producía el alma pensamiento que no fuese nueva culpa: que a este extremo de ponderación llega el Escritor Sagrado. Tan despótico dominaba el vicio, que no consentía, aún como peregrina, la virtud.

4. Vengó Dios sus agravios con el diluvio universal: que para ahogar una ofensa sin límites, era preciso echar sobre ella un Océano sin márgenes. Volvió a propagarse en la fecundidad de una familia la desolada prosapia; y no bien se vió en bastante número, cuando conspiró acorde en un ambiciosa osadía. ¿Quién creerá, que estando tan cerca el castigo, estuviese tan lejos el escarmiento? Debajo del Imperio de Nemrod emprendió todo el linaje humano la construcción de la Torre de Babel, en que algunos Padres, y Expositores quieren que hubiese intervenido aún el mismo Noé con sus hijos, bien que con diferente motivo que los demás, y acaso para impedir mayores daños. Atajó Dios el soberbio intento, y se esparcieron los hombres por el Mundo.

5. Fundóse entonces la Monarquía de Babilonia sobre la usurpación de Nemrod, hombre sagaz, y robusto. Éste fue el mayor robo que se vió jamás. Un hombre solo despojó a todos los demás de su libertad, haciendo sujetos a los que habían nacido iguales.



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