Te estaba esperando by Francisca Herraiz

Te estaba esperando by Francisca Herraiz

autor:Francisca Herraiz
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2017-06-29T22:00:00+00:00


11

Venga, no me jodas, vaya noche. Después de decirme que se acababa de morir, sale por la puerta y desaparece. No la he vuelto a ver y menos mal, pero el miedo se ha quedado. No hago más que mirar la puerta, ¿se me aparecerá alguien más? Menos mal que mañana ya no estaré aquí, nada de gente que muere y viene a parar a mi habitación, en casa no habrá enfermos moribundos. ¿Qué demonios me está pasando?

Tiene que ser algún medicamento, algo me está sentando mal, pero no pienso quejarme, no sea que el doctor se arrepienta y no me firme el alta, que quiera hacerme más pruebas, a la mierda, no pienso quedarme ni un segundo más en este hospital, aunque tenga que montar después un consultorio para echar las cartas, aunque luego me haga espiritista, me da igual con tal de no volver aquí. Estoy seguro que se me pasará en cuanto vuelva a casa. Tal vez sea el estrés, o el compañero que tengo ahora que es un coñazo. O que estoy hasta los mismísimos…, bueno, vamos a dejarlo ya, mi madre siempre dice que tengo una boca sucia, que ella no me enseñó a hablar así. ¿Es que no se ha escuchado cuando está cabreada? Pues no me habrá mandado a la mierda veces. Eso es, pensar en otras cosas me va bien, hasta voy a cerrar los ojos y si alguien me habla, que le den, no pienso atender a nadie más, ni vivo ni muerto. No estoy para nadie, solo quiero que el tiempo pase.

Al cerrar los ojos, la primera imagen que tengo es la cara risueña de Carla. Joder, cuánto la echo de menos, seguro que con ella al lado esto no me pasaría. Tiene la costumbre de hacerme sentir relajado y bien conmigo mismo. Se ha ido en el peor momento.

Para mi sorpresa he debido dormirme, tarde, eso sí, pero pensé que sería incapaz. Parecía un niño asustado que quería esconderse bajo las sábanas. Pero la enfermera me ha despertado al dejar el almuerzo junto a la cama. Mi madre ya estaba sentada, ni la había oído llegar.

–Buenos días, se te han pegado las sábanas.

Si yo te contara.

–He estado hablando con tu compañero, me ha contado lo de anoche, qué triste. Pobre mujer –Y me coge la mano con cariño–. Puedo entenderla, cuando me llamaron del hospital y te vi aquí, inconsciente, nada menos que con un disparo en la cabeza, fue horrible, solo pensar en perderte…–Baja la mirada–. No concibo un dolor más grande –Me mira con ojos llorosos–. Hemos tenido mucha suerte, cariño, me alegro que estés bien.

Le apretó la mano.

–Y yo.

–Bueno, vamos a almorzar.

–Yo so…lo.

Mi madre me mira sorprendida.

–Yo solo –Le repito con decisión.

Puedo mover ambas manos, si me ayuda a sentarme intentaré comer yo solo, estoy deseando ser independiente de nuevo.

–Buenos días.

Ha entrado el doctor Simons, ¿qué hace aquí tan temprano? Mira a mi madre.

–Usted debe ser la madre de Álex.

Ella se levanta y extiende la mano.

–Sí, Adela, ¿y usted es?

–Oh, soy el doctor Nicolas Simons, ayudo a su hijo en su recuperación.



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