Tangerine, Spanish Edition by Edward Bloor

Tangerine, Spanish Edition by Edward Bloor

autor:Edward Bloor
La lengua: eng
Format: epub
editor: Houghton Mifflin Harcourt


Miércoles 4 de octubre

Escribo estas notas en mi diario y mis tareas en la pequeña computadora compatible con IBM que está en mi cuarto. Para cualquier cosa más grande, uso la IBM grande de mi papá, que está abajo en un rincón al lado del gran salón. Mi papá tiene una enciclopedia en CD-ROM, un módem para fax, un navegador para Internet que encuentra cientos de servicios de información. Puedo encontrar lo que quiera sobre lo que sea sin tener que levantarme del asiento.

Hoy en la noche estaba abajo en el rincón buscando información sobre las tangerinas cuando mi mamá me anunció:

—Tengo invitados esta noche, Paul. Quizá deberías trabajar arriba.

—¿Quién viene?

—Es una reunión de la Asociación de Propietarios. Creo que va a ser intensa.

—¿Por qué?

—El Sr. Costello ha estado recibiendo muchas llamadas sobre muchos asuntos distintos. Hay un problema de termitas. Y ha habido allanamientos en las casas de la zona donde vive en la urbanización.

—¿Han robado cosas?

—Sí, la gente está pensando organizar una patrulla de vigilancia con los vecinos o incluso contratar a un guardia para la caseta de seguridad. —Se detuvo y volteó a verme—. ¿No has oído nada acerca de los allanamientos, verdad? ¿Los chicos están al tanto?

—No he oído nada.

—¿Joey no te ha dicho nada al respecto?

—No.

Sonó el timbre. Seguí con las búsquedas que estaba haciendo en tanto los propietarios de casas llegaban. Podía escucharlos entrar: el Tudor amarillo, el York con el garaje para tres autos y un grupo ruidoso de la calle donde vive Joey, la calle donde se están cubriendo todas las casas con carpas azules.

Dejé de trabajar cuando el Sr. Costello entró. Hice rodar la silla hasta la entrada del rincón, para que pudiera verme.

—Hola, Paul, ¿cómo te va?

—Bien, Sr. Costello.

La cara del Sr. Costello se ve arrugada y cansada desde que murió Mike. Traía consigo una gran agenda negra en la mano. Caminó al lado del gran salón que da a la cocina.

—Muy bien, comencemos —dijo con tranquilidad.

La reunión comenzó como las reuniones municipales que organizábamos en la clase de Estudios Sociales: reporte del tesorero, asuntos pendientes, asuntos nuevos; «Propongo que...»; «Apoyo la moción». Había regresado mi atención a la pantalla de la computadora cuando oí a un hombre decir con fuerza:

—¿Qué está pasando con la casa del Sr. Donnelly? ¡Parece una nave espacial!

Volví a hacer rodar la silla y vi al Sr. Costello revisando sus notas.

—Muy bien —dijo—. El Sr. Donnelly solicitó permiso para instalar un pararrayos en el techo de su casa. El Comité de Arquitectura, a causa del problema específico de esa casa, aprobó la instalación. Pero, por alguna razón, el Sr. Donnelly instaló una serie de diez pararrayos a lo largo del techo de su casa. Se ve raro.

—Es espantoso.

—El Comité de Arquitectura envió ya al Sr. Donnelly una carta en términos muy fuertes al respecto. Me parece que, claramente, abusó del permiso —dijo mi mamá.

—¿Y qué va a hacer al respecto?

—Tal como dije, le enviamos una carta. Esperaba que se presentara hoy para que pudiéramos resolver el asunto.



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