Tal vez un quizá baste by Lhuna White

Tal vez un quizá baste by Lhuna White

autor:Lhuna White [White, Lhuna]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela
publicado: 2018-08-15T03:00:00+00:00


Capítulo 9

Necesidades olvidadas

No sabía si tenía hambre, sueño, ansiedad o ganas de amputarse los dedos tras el maratón de Play; Claudia se esforzaba mucho no, muchísimo. No podía obviar que tenía un papelón que, si fuera él, seguro que no sería capaz de comportarse de la misma manera, y menos aún mostrarse tan entero como parecía estarlo ella. Acompañó al médico a por el alta sin rechistar, cuando seguro que, en realidad, no dejaba de darle vueltas a miles de preguntas acerca de cómo hacerlo todo en casa con él de esa guisa.

Se moría de hambre pero sabía que cocinar no era precisamente una de las aficiones con las que ella disfrutara, y ya bastante poco le hacía disfrutar él. Suponía que podría intentar probar a hacerlo juntos y esforzarse en que fuera algo más ameno. Se levantó y fue hacia su diminuta cocina. Estaba aún casi sin desvirgar, y sin el casi. Comida preparada es lo que más había visto el microondas. Tras unos minutos, no sabría decir cuántos, pero dudaba que hubieran sido más de cinco, se da cuenta de que no es ni de lejos el lugar de la casa donde se encontraba más cómodo. A parte de confirmar sus sospechas. Por mucho que se hayan puesto de moda los cocineros y concursos de cocina, eso no era para él. La verdad es que no sabía qué demonios pretendía hacer Claudia. Desconocía si quería demostrarle que se divierte, o más bien intentaba que él no se sintiera incómodo lejos del sofá. Se movía —por llamarlo de alguna manera— como si estuviera en un after, y parecía disfrutar como en alguna de esas series de chicas que tanto le gustaban y transcurrían más dentro de la cocina que en otra parte de la casa. Claro, esas cocinas eran amplias, siempre limpias y con todos los utensilios imaginables —e inimaginables—, que solo entienden ellas cómo funcionan. Siempre se preguntó por qué si los americanos son los reyes de la comida rápida, por no decir basura, esas escenas donde aparecen saben cocinar mejor que Arguiñano —no dudaba de que en ese momento había mil cocineros más, pero él solo recordaba ese—, ocupan casi la totalidad de los capítulos. En fin, eran cosas de chicas sin más, en las que era mejor no meterse. Creyó que lo mejor sería esperar en el sofá y que pudiera cocinar tranquila; en ese momento era más un estorbo.

No le dolía nada, hacía mucho que no se encontraba tan bien; las drogas del hospital habían sido cojonudas, estaba claro. Mmmmm, «qué bien huele, igual sí sabe cocinar y lo único que le falta es tiempo para poder hacerlo más a menudo», pensó Adrián, creyendo que igual antes no se había siquiera planteado esa posibilidad. Eso de estar sin poder hacer nada no parecía ser tan malo como lo contaban, pero por las maneras con las que le dieron la patada en el hospital, dudaba que fueran con él. En ese momento, Claudia apareció por el pasillo con uno de los platos grandes en la mano y le pidió que se sentara en la mesa.



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