Tía Benny by Corín Tellado

Tía Benny by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1982-12-31T16:00:00+00:00


VII

Rodar por aquel Madrid primaveral nocturno, casi silencioso o urbanísticamente paralizado, fue fácil. No fue tan fácil entrar en el apartamento de Villamagna.

Reflexionar a solas.

Buscar el porqué de su propia huida y de lo que había dejado, doblegado para sí… porque evidentemente en aquel momento de expansión personal con Marcela, se hubiera comunicado físicamente.

¿Quién escapó de quién?

Él. Pero… ¿por qué no también ella?

Ella que empezaba a ser ya como un anhelo extraño, diferente, desconocido quizá, pero anheloso, evidentemente dentro de sus propios anhelos.

Tendido en el lecho, solitario, desnudo y aplacada ya su excitación, se preguntaba, entre avergonzado y ávido, si eran sus instintos o sus sentimientos los que despertaban en él aquellas ansiedades desconocidas hasta entonces.

Lógicamente era su prima.

¡Tía Benny!

Pero ¿qué tenía que ver tía Benny con Marcela?

Podía ser su hija, y Marcela su prima, y su padre el revelador de tal parentesco, pero algo se dilataba en todo aquello y era él como hombre, emotivo por primera vez, y Marcela como mujer deseada, inspiradora de una pasión física, humana, femenina…

¿Qué ente, qué trauma, qué represión contenía el instinto femenino de Marcela?

¿O era todo una ensoñación?

¿O quizá un espejismo basificado sobre anhelos inconfesables?

¿Era él tan mezquino o tan físico que solo buscaba el goce de la posesión?

Estas y otras preguntas complejas y contradictorias se estaba haciendo en el lecho solitario del apartamento de Villamagna cuando sonó el teléfono.

Asió el auricular, pero temeroso, por la razón que fuera, que no sabía cuál era, no lo levantó en seguida, lo miró hipnótico como si no le viera, pero sabía que lo veía y que además la persona que se hallaba al otro lado del hilo telefónico no era un desconocido, porque no tenía amigos, ya que Javier Terol podría ser el que llamase, pero su instinto le decía que era Marcela.

Pegó, pues, el auricular al oído y oyó su propia voz:

—Diga…

La oyó a ella…

Su voz pastosa, peculiar, personal… ¿Evocadora?

—¡Ted…!

Un silencio.

—Dime… Tía Benny.

—No.

—¿No quieres así?

—Soy Marcela.

—¿Y Marcela no es tía Benny?

—Con ciertas diferencias.

—¿Cuáles? ¿Las puedo conocer?

—No merece la pena.

—Soy tu pariente.

—¿Es eso lo que te interesa?

—No lo sé.

—Pues hemos de vernos como dos seres humanos. Sin parentescos, casi sin nombres… Un hombre y una mujer… ¡Los dos!

Un silencio.

Tal vez confuso o tal vez delator.

Algo se ceñía entre ambos.

Podían ser los dos mismos, como seres humanos simplemente. Y más que nada como hombre y mujer. Evidentemente algo les acercaba, algo les ceñía. Fuese un sentimiento, fuese un deseo. Fuese un goce físico que se deseaba conocer. O tal vez el confusionismo propio de dos personas desconocidas que instintivamente pretendían fundirse una en la otra.

—Dime, Marcela, ¿por qué me llamas ahora, en este instante, cuando como mujer sabes en qué estado, más que irme, hui de tu casa?

—Déjame confesarte que temo tu poder masculino…

—Lo que indica… ¿tu debilidad femenina?

—¿Y si fuera así?

—No concibo…

—Hay tantas cosas inconcebibles…

—Pero tú… ¿eres así de inconcebible?

—Dejémoslo así…

—¿Me permites volver a tu casa ahora?

—¡No!

—Entonces, ¿por qué me llamas?

—Necesito una comunicación y pese a mi profesionalismo, dígase descarnado, tu humanidad coincide en cierto modo con la mía…

—Lo que indica…

Le cortó.



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