Starship Troopers by Robert A. Heinlein

Starship Troopers by Robert A. Heinlein

autor:Robert A. Heinlein [Heinlein, Robert A.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción, Bélico
editor: ePubLibre
publicado: 1958-12-31T16:00:00+00:00


11

No tengo más que ofrecer que sangre, trabajo duro, lágrimas y sudor.

—W. Churchill. Soldado estadista del siglo XX

Cuando volvimos a la nave después del ataque a los flacuchos, el ataque en el que murió Dizzy Flores y que supuso la primera bajada del sargento Jelal como jefe de sección, un artillero me dijo:

—¿Cómo ha ido?

—Rutina —respondí brevemente. Supongo que su comentario fue cordial, pero yo me sentía confundido y no tenía ganas de hablar; estaba triste por lo de Dizzy, contento de que nos hubieran recogido, furioso porque la recogida no hubiera servido de nada y todo ello estaba mezclado con la felicidad empañada de volver a estar en la nave, de poder revisar tus brazos y piernas y ver que ahí estaba todo. Además, ¿cómo puedes hablar de una bajada con un hombre que nunca ha hecho una?

—Bueno —respondió—, vosotros lo tenéis fácil. Holgazaneáis treinta días, trabajáis treinta minutos. Yo en cambio tengo una guardia cada tres días.

—Sí, supongo que sí —asentí y me di la vuelta—. Algunos nacemos con suerte.

—Soldado, no vas vendiendo aspiradoras —dijo cuando yo ya me había dado la vuelta.

Y había mucho de verdad en lo que el artillero había dicho. Los soldados de cápsula somos como aviadores de las antiguas guerras mecanizadas; una larga y activa carrera militar solo podía contener unas cuantas horas de combate de verdad frente al enemigo, y el resto consistía en entrenamiento, preparación, salir, después volver, reparar lo destrozado, prepararse para otra incursión y practicar, practicar, practicar entre medias. No hicimos otra bajada durante casi tres semanas y fue en un planeta distinto alrededor de otra estrella, una colonia de bichos. Incluso con el impulsor Cherenkov, las estrellas están muy lejos.

Mientras tanto recibí mis galones de cabo, propuestos por Jelly y confirmados por la capitana Deladrier ante la ausencia de un oficial comisionado propio. Teóricamente el rango no sería permanente hasta que fuera aprobado de conformidad con las vacantes existentes por el Depósito de reemplazo de la infantería móvil de la Flota, pero eso no significaba nada, ya que el índice de bajas era tal que siempre había más vacantes en el cuadro de organización que cuerpos calientes con los que llenarlas. Yo era cabo cuando Jelly decía que era cabo; el resto era burocracia.

Pero el artillero no tenía del todo razón en cuanto a lo de holgazanear; había cincuenta y tres trajes blindados que revisar y reparar entre cada bajada, sin mencionar las armas y equipos especiales. A veces Migliaccio revisaba un traje, Jelly lo confirmaba y el ingeniero de armas de la nave, el teniente Farley, decidía que no podía repararlo por escasez de medios, con lo cual había que sacar uno nuevo del almacén y pasarlo de frío a caliente, un riguroso proceso que requería veintiséis horas de trabajo, sin contar el tiempo que tenía que emplear el hombre para quien se estaba preparando el traje.

Estábamos ocupados.

Pero también nos divertíamos. Siempre había competiciones, desde partidas de cartas a competiciones de escuadras, y teníamos la mejor banda



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