Solo para mujeres by Marilyn French

Solo para mujeres by Marilyn French

autor:Marilyn French [French, Marilyn]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1976-12-31T16:00:00+00:00


10

Octubre es el mes en que Cambridge está más hermoso. Las hojas, de un dorado y carmesí intensos, tiñen de oscuro la luz del sol, suavizan las aceras de ladrillo rojo, y el cielo está muy azul. El triste aire otoñal, tibio y ceniciento, el triste crujido de las hojas secas aplastadas por los pies, que convierten al otoño en una época de muerte, quedan contrarrestados por miles de jóvenes rostros nuevos, cuerpos que corren hacia un millar de acontecimientos proyectados para un curso más.

A Mira las clases le parecían aburridas, pero las listas de lecturas suponían un acicate. Pasaba horas en las bibliotecas Widener o Child, examinaba los volúmenes de las librerías y sentía que su mente se ampliaba con esa oportunidad de leer profunda y extensamente. Se hacía hincapié en los textos originales; las antologías solo se consideraban guías de estudio. Era un cambio agradable respecto a aquello a lo que estaba acostumbrada.

Colgó las cortinas nuevas, compró algunos almohadones y más plantas y organizó su primera cena. Invitó a Iso y Ava, a Val y Chris, y trabajó en el horno ennegrecido de la minúscula cocina para preparar algo tan delicioso como lo que ellas habían guisado. No se le ocurrió nada más exótico que pollo al horno, pero todas se comportaron como si les hubiese ofrecido un festín, y al acabar la cena resplandecía de contento. Había comprado claveles rojos para la mesa de la cocina y Ava los alabó, se acercó a ellos, dijo que le encantaban, que era como si las flores hubiesen arraigado en su alma y su cuerpo estuviera rodeado por ellas.

—Llévatelas, por favor.

Ava abrió los ojos.

—No puedo, Mira. Pero me gustan mucho.

—Me harías feliz si te las llevaras.

—¿De verdad? ¡Gracias, Mira!

Ava se comportó como si Mira le hubiese regalado algo voluminoso y de gran valor. La abrazó, hundió el rostro en las flores y le dio las gracias repetidas veces. Los modales de Ava eran tan extremos que costaba creer en ellos, pero era evidente, a pesar de que Mira la conocía desde hacía poco, que Ava creía en ellos, que de algún modo eran la verdadera expresión de su persona.

Después de cenar se sentaron a beber vino en la sala.

—Bien, piensa en tu vida, por ejemplo —le decía Val a Iso—. Te criaste en una plantación de naranjas o como se llame, has practicado surf, natación y esquí, has recorrido el mundo con una mochila a la espalda, has hecho piragüismo en aguas bravas, has cruzado Kenia en bicicleta. O en mí: mi vida no ha sido tan aventurera, pero he estado en todas partes. Chris y yo viajamos por Europa en una camioneta Volkswagen; ayudamos a inscribir votantes en el Sur; vivimos en una reserva indígena, donde dábamos clases y ejercíamos de enfermeras con métodos rudimentarios; estuvimos en los Apalaches intentando movilizar la oposición a las compañías mineras; desde hace años trabajamos en el movimiento pacifista, en los problemas urbanos y escolares de Cambridge…

—Lo haces tú, mamá; yo no.

—O en Ava…

La aludida levantó la mirada de las flores.



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