Solo by William Boyd

Solo by William Boyd

autor:William Boyd [Boyd, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: det_police
editor: www.papyrefb2.net
publicado: 2014-03-07T22:45:16.523282+00:00


Había oscurecido por completo para cuando llegaron a la casa de Tony Msour, un gran chalé de hormigón con un balcón a lo largo de toda la primera planta, que se alzaba tras un alto muro de ladrillos con una puerta metálica. Bond vio el Citroën DS negro agazapado frente a la entrada de la casa. Domingo aparcó delante de la puerta, y Bond le dijo que a partir de allí se encargaba él. Domingo le dio las llaves y se alejó caminando con paso vivo por la carretera que llevaba a Port Dunbar.

Había un interfono junto a la puerta, y Bond apretó el botón.

—¿Sí? —dijo una voz acompañada de interferencias después de que Bond hubo llamado por segunda vez.

—Kobus Breed —contestó Bond—. Es muy urgente.

Sonó el timbre, y Bond empujó la puerta y entró en el recinto. Se encendió una luz encima de la entrada y una pareja de perros encadenados le ladraron con furia. Se abrió la puerta y apareció Tony Msour con una camiseta de malla y un holgado pantalón malva de algodón. Fumaba un cigarro corto. Bond pensó que era extraño verlo con aspecto civilizado, sin la cara blanca ni los círculos verdes alrededor de los ojos. De hecho era un hombre bien parecido, de rasgos finos y piel muy negra, más bien nilótico o nubio, no fakasa. Tenía dos marcas tribales verticales bajo los ojos. Bond le hizo un leve gesto de saludo.

—¿Dónde está Breed? —inquirió Msour con cierto recelo.

—Me ha enviado en su lugar. Están tratando de reapoderarse del puente de Lamu-Penu.

—Demonios.

—Eso mismo. Breed está reuniendo a los hombres a toda prisa. Lo necesita a usted, enseguida.

Msour meditó un segundo.

—Serán cien dólares.

—Por supuesto. Breed ha dicho que el dinero no es problema. La situación es muy grave.

Msour entró precipitadamente en la casa y salió unos minutos más tarde con una camisa puesta y una gran mochila donde debía de llevar sus cuentas, la falda, la calabaza y el matamoscas, según supuso Bond, y siguió a éste hasta el Peugeot. Msour lanzó la mochila al asiento posterior y se sentó al lado de Bond.

—No me gusta hacer esto de noche, ¿sabes? Por eso os cobro extra.

—Lo entiendo perfectamente —dijo Bond, que puso el coche en marcha y enfiló a toda velocidad la carretera a Port Dunbar.

Al cabo de cinco minutos pasaron junto a una gran plantación de palmeras de aceite y Bond fue algo más despacio, atento a una salida en la que había reparado con anterioridad. Al verla, abandonó la carretera para tomar un camino de tierra que conducía al interior de la plantación. El único faro del Peugeot de Domingo iluminaba las apretadas filas de palmeras.

—¿Adónde vamos? —preguntó Msour.

—Es un atajo. Tenemos mucha prisa —contestó Bond.

Entonces se salió del camino para introducirse en la plantación y avanzó dando tumbos por entre las hileras de árboles.

—Pero ¡te has vuelto loco, tío! —gritó Msour.

—Mierda. Me he equivocado de camino —dijo Bond—. Lo siento.

Detuvo el coche, puso la marcha atrás, y entonces le descargó un puñetazo en la cara al hechicero.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.