Soldados a caballo by Doug Stanton

Soldados a caballo by Doug Stanton

autor:Doug Stanton [Stanton, Doug]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2009-05-05T04:00:00+00:00


* * *

En el campamento base de Atta, situado en el adyacente valle del río Darya Balkh, al oeste de la posición de Nelson, Dean y su equipo habían sido conducidos a una casa de adobe de techo bajo que se hallaba en el interior de un complejo amurallado. Los muros tenían una altura de dos metros y medio y cada uno de ellos medía cuarenta y cinco metros de largo; en una de las esquinas había una letrina de cuya puerta colgaba una sucia cortina. Dean observó cómo algunos de los soldados, vestidos con pantalones finos de algodón y blusones que les llegaban hasta las rodillas, estaban de pie en el centro del patio, calentándose alrededor de una pálida hoguera. Levantaron la vista hacia él, frotándose las manos, y sonrieron. Dean les devolvió el saludo con las manos, «Hey».

Allí de pie, extendiendo la vista hacia las montañas, que le parecieron hermosas, y llevándola de nuevo a la hoguera, oliendo el fuego de leña y escuchando cómo los caballos piafaban y relinchaban en el potrero cercano, Dean sintió que había nacido para poder estar vivo en ese momento, dentro de ese momento.

—¿Dónde está Atta? —preguntó a su primer suboficial especialista Stu Mansfield.

—Sigue durmiendo.

—Voy a salir.

Estaba deseoso de ver cuál era la situación en la zona. Dean se abrió paso a través de la puerta baja del muro delantero del complejo y salió caminando sobre la rocosa cresta del cerro. Aquella franja de tierra era más pequeña de lo que había imaginado cuando había llegado a ella caminando en la oscuridad: medía unos 180 metros de largo y 45 metros de ancho. La pared trasera del complejo se hallaba frente a una pared rocosa que se alzaba varias decenas de metros por encima de toda aquella construcción. Los otros tres lados descendían empinadamente desde la superficie unos 300 metros o más, era difícil precisarlo.

Al oeste se hallaba la aldea de Ak Kupruk. Dean caminó hasta el borde del cerro, levantó sus binoculares e intentó obtener una imagen clara de las casas enclavadas a lo largo del río Darya Balkh. El río parecía frío a la luz de la mañana. La aldea se hallaba en calma. Ninguna hoguera de leña, nadie moviéndose por el lugar. Calculó que estaría a unos tres kilómetros de allí. Describió una panorámica con los binoculares levantándolos y girándolos a la derecha para abarcar unos 900 metros de terreno, y descubrió un bunker talibán situado en la ladera de la montaña que dominaba el río y la aldea. Ése era el tipo de objetivo que quería atacar.

Volvió la vista atrás, hacia las casas, y trató de imaginarse a los hombres, mujeres y niños encogidos de miedo en las frías habitaciones de sus hogares mientras los talibanes acechaban en guaridas diseminadas por toda la aldea. Confiaba en que los talibanes no se hubieran enterado de su llegada.

Atta se despertó después de una hora de siesta y convocó a una reunión a Dean, a Stu Mansfield y al sargento ingeniero Brad Highland.



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