Sobre los artistas. Volumen 1 by Berger John;

Sobre los artistas. Volumen 1 by Berger John;

autor:Berger, John;
La lengua: spa
Format: epub
editor: Editorial Gustavo Gili
publicado: 2017-09-12T16:00:00+00:00


Hay un cuadro de El Greco que representa a san Lucas, el patrón de los pintores. En una mano tiene un pincel y, en la otra, reclinado contra su torso, un libro abierto hacia el espectador. Vemos la página del libro, en la cual hay una imagen de la Virgen con el Niño.

Francisco de Zurbarán pintó al menos cuatro versiones de la cara de Cristo impresa milagrosamente en el paño de la Verónica. Se trataba de uno de los temas favoritos de la Contrarreforma. El nombre de Verónica, dado a la mujer que, según los textos sagrados, enjugó con su pañuelo el rostro de Cristo cuando se dirigía al Calvario, se deriva, sin duda, de las palabras vera icona, imagen verdadera.

En estas obras de El Greco y de Zurbarán se nos recuerda cuán leves y cuán finas son incluso las imágenes verdaderas. Tan finas como el papel o la seda.

Cuando un torero ejecuta una verónica, alza el capote frente al toro, que lo confunde con el torero. Cuando el toro avanza con la cabeza gacha hacia él, el torero retira el capote y lo agita lenta y ostentosamente en el aire, de modo que se convierte en un trozo de tela. El torero repite el pase varias veces, y todas ellas el toro cree en la solidez y la corporeidad de lo que ponen frente a sus ojos, y vuelve a ser engañado.

Ribera pintó al menos cinco versiones de un filósofo con un espejo en la mano, mirando su propio reflejo y meditando sobre el enigma de las apariencias. El filósofo nos da la espalda, de modo que solo vemos su rostro en el espejo, el cual nos ofrece, de nuevo, una imagen tan fina como su capa de azogue.

Otro cuadro de Ribera nos muestra a Isaac, ya ciego, bendiciendo a su hijo pequeño, Jacob, al que toma por Esaú. Con la connivencia de Rebeca, su madre, Jacob engaña a su padre cubriéndose los brazos con una piel de cordero. El anciano, al tocar un brazo peludo, cree que está dando la bendición a Esaú, su hijo mayor, el pastor hirsuto. No recuerdo haber visto otro cuadro con este mismo tema. Es una imagen destinada a la demostración gráfica de cómo las superficies, al igual que las apariencias, nos engañan. No solo porque la superficie sea superficial, sino porque es falsa. La verdad no solo es más profunda, sino que también está en otro lado.

Los ejemplos iconográficos que acabo de dar constituyen una forma de preparar el camino para la generalización que me propongo hacer con respecto a la manera de pintar de los maestros españoles, independientemente de los temas o de la iconografía. Si conseguimos hacernos con esa manera de pintar, estaremos más cerca de comprender algo intrínseco a la experiencia española de lo transcendental y de lo cotidiano. Los maestros españoles pintaron todas las apariencias como si fueran una cobertura superficial.

¿Una cobertura como un velo? Los velos son demasiado livianos, demasiado femeninos, demasiado transparentes. La cobertura que los pintores imaginaban era opaca.



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