Soberano. El Libro de los Mortales 3 by Ted Dekker & Tosca Lee

Soberano. El Libro de los Mortales 3 by Ted Dekker & Tosca Lee

autor:Ted Dekker & Tosca Lee [Dekker, Ted & Lee, Tosca]
La lengua: eng
Format: epub
Tags: Narrativa Ciencia Ficcón
editor: www.papyrefb2.net
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


LOS GUERREROS inmortales a las órdenes de Roland sumaban dos mil, y solo a trescientos de ellos los llamaban magníficos, la fuerza élite que ocupaba la cueva conocida sencillamente como la guarida de Roland. De ellos, doscientos llenaban ahora el salón principal, todos adornados en trajes negros de batalla y botas. Se podría llegar a creer que Roland los había convocado para atestiguar grandeza.

Pero Jordin sabía que él solo deseaba que todos ellos vieran lo que sucedía cuando sangre soberana entraba en venas de un inmortal y lo convertía en algo menor.

Rislon había dado al príncipe la respuesta de Jordin y en el trascurso de una hora volvió por ella. Indicó que todos estaban listos. ¿Dónde había ocultado ella la sangre soberana? En su cantimplora, que cuando llegó había lanzado al heno en el establo abierto. Él le había arrojado una dura mirada, y luego le dijo a la joven que regresaría.

Ahora Jordin se hallaba de pie junto una antigua mesa de madera que habían puesto en el centro del gran salón, directamente debajo de una de las enormes arañas. No menos de cien velas iluminaban el recinto, irradiando un resplandor ámbar pálido sobre los fantasmales rostros inmortales que parecían flotar sobre hombros vestidos de negro, cada uno de ellos observando con esos ojos negros iluminados por su propio fuego dorado. Se hallaban de pie en misterioso silencio, unos apoyados en la barandilla a lo largo del nivel superior, otros formados a lo largo de ambas escaleras, otros más en el nivel principal.

Rislon y Sephan eran ahora dos entre muchos, sus rostros fríos. Cain estaba de pie sombríamente en presencia de su príncipe, mientras la reina Talia miraba inexpresiva desde una silla de terciopelo rojo y respaldo alto. Kaya estaba justo detrás y a la derecha de Roland (Jordin reconocería sus grandes ojos dondequiera) engalanada con un sencillo vestido negro que le dejaba al descubierto las pálidas piernas hasta la mitad de los muslos. Si la chiquilla hubiera dado algo ante Roland, esto no debió incluir información sobre la ubicación del santuario; era evidente que él aún necesitaba ese conocimiento.

A Jordin no le interesaba suponer qué otra cosa Kaya pudo haberle dado a Roland. Una punzada de celos se le clavó en el corazón. ¿Cómo había llegado a sentir tal afecto por el príncipe? Y si la misma Jordin sentía atracción por él, ¿cuánto más habría sentido Kaya? La criatura era una fruta intacta, ansiosa por amar con nueva pasión sensorial. Si la chica sentía algún anhelo por recuperar su soberanía, su rostro no lo demostraba de ninguna manera. Se veía total y descaradamente inmortal, y muy consciente de haber sido elegida para estar al lado de Roland.

En cualquier otro grupo tan grande, Jordin esperaría señales de individualidad: una tos aquí y un susurro allá mientras la curiosidad sacaba lo mejor de los espectadores. Variados y coloridos vestidos, y cabelleras de diferentes longitudes y colores.

Pero todos los magníficos de Roland parecían extrañamente iguales.



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