Sitio De Silencio by A. J. Quinnell

Sitio De Silencio by A. J. Quinnell

autor:A. J. Quinnell
La lengua: spa
Format: epub
Tags: detective
ISBN: 9788478884148
editor: www.papyrefb2.net


Una hora más tarde estamos sentados ante la barra que hay en mis aposentos. No suelo beber demasiado, pero cuando bebo, me gusta estar de pie. Yo mismo construí el bar con madera de pino. Es de la altura ideal y tiene reposapiés. Newman y Allen se quedaron a beber una copa y luego partieron al pueblo, probablemente en busca de compañía femenina. Si se nos encomienda la misión, ellos quieren venir al Nimitz con nosotros, estar en la cubierta cuando despeguen los ultraligeros, afinar los motores, controlar todos los detalles. Sin mirar a Komlosy les contesto que tal vez sea difícil porque a los mandos militares no les gusta la proximidad de civiles. Komlosy responde simplemente:

—No se preocupen, muchachos, porque si esto se concreta, ustedes estarán allí.

Ya vamos por el tercer whisky. Noto raro a Komlosy. Por momentos parece triste, retraído, y al instante se muestra eufórico. Quedó sumamente impresionado con el espectáculo que presenció. Yo estoy satisfecho con el ejercicio, pero no le hago notar las cosas que no advirtió: uno de los hombres de Sacasa tiró muy alto; la escuadra de Moneada llegó con más de un minuto de retraso, al igual que la de Gómez. Estaban a demasiada altura cuando encendieron las luces. La operación en conjunto tardó cuatro minutos más de lo debido, pero estuvo bien para ser la segunda vez que se ensayaba. Dentro de diez días serán precisos. No le digo estas cosas porque quiero que vaya y le diga al presidente que somos tremendamente capaces, perfectos. Ansío con todo mi ser poder realizar esta operación. Por una vez en la vida deseo culminar algo con éxito. En estos momentos Komlosy está entusiasmado.

—Silas, hay algo que no entiendo.

—¿Qué cosa, Mike?

—Estaba oscuro, pero sin embargo había cierta visibilidad y yo sabía que ellos estaban por llegar. Pese a que me esforzaba por divisarlos, no los vi hasta que los tuve ante mis narices. ¡Y yo tengo buena vista!

Le sirvo tres dedos más de whisky.

—Mike, le cuento. De acuerdo con ciertos estudios realizados, se ha comprobado que las personas que estudian el firmamento en busca de posibles aviones, escudriñan un ángulo de cuarenta y cinco grados, nunca más alto. Jamás miran directo hacia arriba. Por eso los muchachos vuelan a gran altura hasta estar justo encima del objetivo y luego se lanzan en espiral. Con los planeadores, este sistema es muy eficaz porque no hacen ruido.

Medita mientras bebe un sorbo.

—Sí, ya veo. Y otra cosa: ¿no habría que emplear más hombres? Es decir, ¿no nos daría eso un mayor margen de seguridad?

—¡En absoluto! Habría más riesgo de que nos detecten antes, más peligro de confusión, más complicaciones. «Más» no equivale a «mejor», Mike.

—De acuerdo. Caramba, después de haber visto lo de esta noche, no me voy a poner a discutir con usted.

—¿Qué posibilidades tenemos en el Consejo de Seguridad Nacional?

Es evidente su cambio de humor. Hace girar el líquido ámbar en su vaso, aspira hondo y suelta el aire lentamente.

—El presidente ya quedó impresionado con usted.



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