Silencio en octubre by Jens Christian Grondahl

Silencio en octubre by Jens Christian Grondahl

autor:Jens Christian Grondahl [Grondahl, Jens Christian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788478887095
editor: Salamandra, S.A.
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


6

Al día siguiente de mi llegada hacía frío y soplaba el viento. El aire era límpido entre los grises edificios cuadrados que se recortaban en la uniforme superficie azul del cielo, atravesados por las sombras nítidamente perfiladas de otros edificios y de los depósitos de agua de los tejados planos. Por la tarde me di una vuelta por las calles laterales que hay entre la calle Greenwich y el Hudson, llenas de viejos almacenes de mercancías. No había nadie a la vista; sólo discurría un interminable flujo de coches por la autopista del West Side, a lo largo del río. Las descuidadas fachadas industriales me recordaban a las ciudades de Edward Hopper. Unas horas antes había estado en el Museo Whitney contemplando una de sus mujeres solitarias. Está en una habitación de paredes verde claro, desnuda. Se ha sentado en el borde de la cama, con las palmas de las manos contra la sábana, apoyada en los brazos mientras se inclina ligeramente hacia atrás y mira al otro lado de la ventana, a los depósitos de agua ennegrecidos por el hollín, parecidos a los que diviso en los tejados que me rodean, entre los nombres descoloridos y descascarillados pintados en grandes mayúsculas sobre los muros de color gris y rojo oscuro. Es rubia, todavía joven, y está mirando por la ventana abierta mientras una luz pálida cae sobre su cara, tronco y muslos igualmente pálidos. El rostro es inexpresivo, y el cuerpo se presenta desprovisto de la más mínima pasión, casi desmañado, como solía pintarlos Hopper, algo rígido en las articulaciones, lo que no hace sino reforzar el carácter inmóvil del cuadro, la sensación de un largo momento de reposo totalmente inmóvil dentro del devenir de los minutos y las horas. Podría decir que su mirada es ausente, pero por otra parte está enteramente presente, posada en los angulosos contornos de los edificios y los conos de zinc que cubren los depósitos de agua cilíndricos, o quizá esté fija en algún punto lejano, fuera del cuadro, al final del panorama que se divisa desde la ventana, donde una barrera invisible impide que su mirada reposada pueda ir más allá. Allí se detiene, pero ella sigue sentada, sin moverse, parada en un descanso en el transcurso de un día en el que nada va a ocurrir, en el que está sola, en el que no hay nada que decir ni nadie a quien hablar. Tal vez esté escuchando el tono grave del tráfico lejano, tal vez no oiga el ruido sordo de los coches ni sus bocinas ni los gritos aislados que seguro que llegan hasta ella por la ventana abierta. No parece ser ni especialmente infeliz ni lo contrario; simplemente está sentada en el borde de la cama, en la silenciosa habitación verde claro, en el silencio débilmente iluminado del cuadro, que es también su propio silencio, el silencio de su cuerpo y de sus pensamientos. Parece algo amodorrada, como fuera del tiempo, sola frente a sí misma, pero no tanto como para parecer totalmente banal e insignificante.



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