Si hubiera espinas by V.C. Andrews

Si hubiera espinas by V.C. Andrews

autor:V.C. Andrews
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Drama
publicado: 1980-12-31T16:00:00+00:00


LA ULTIMA DANZA

—Jory —dijo mamá, aliviada, cuando me vio entrar—, ¡gracias a Dios que has vuelto! ¿Has almorzado bien?

Le dije que sí, que había sido un buen almuerzo, y no le importó que no le diese más explicaciones porque estaba demasiado atareada con los detalles de última hora. Los días que había representación transcurrían siempre igual: clase por la mañana, ensayo por la tarde y función por la noche. Deprisa, deprisa, deprisa, y uno pensaba que el mundo dejaría de rodar si no representaba su papel con toda la perfección que le permitían sus propias dotes, a pesar de que el mundo no se pararía aunque…

—¿Sabes, Jory? —dijo mamá, entusiasmada, en el camerino que compartíamos los dos (ella estaba detrás de un biombo, de modo que no podíamos vernos)—. El ballet ha sido la gran ilusión de mi vida, pero esta noche será sublime, ¡porque bailaré con mi hijo! Te conozco bien y hemos danzado muchas veces juntos, pero esta noche es algo especial. Has aprendido lo suficiente para bailar solo. Por favor, hazlo lo mejor que puedas para que Julián, desde el cielo, se sienta orgulloso de su único hijo.

¡Claro que bailaría lo mejor que pudiese! Siempre era así. Terminó la obertura, se encendieron las candilejas, y por fin se alzó el telón. Tras un momento de silencio, empezó la música del primer acto, aquella música que tanto nos gustaba a mamá y a mí, que nos transportaba a aquella tierra ignota donde todo podía ocurrir y donde siempre triunfaba un final feliz.

—Mamá, estás maravillosa, ¡más guapa que cualquiera de las otras bailarinas!

Era verdad. Ella rió alegremente y dijo que yo sabía cómo halagar a las mujeres y que, si continuaba así, sería el donjuán del siglo.

—Ahora escucha la música con atención, Jory. Procura que el contar los pasos no te absorba hasta el punto de hacerte olvidar la melodía. Sentir la música es la mejor manera de captar la magia de la danza.

Yo estaba tan excitado y tenso que pensé que podría explotar en el momento menos pensado.

—Mamá, espero que papá esté sentado en el centro de la primera fila.

Ella se encaminó hacia un punto desde el que se podía atisbar entre el público. En algunos sitios, los focos nos cegaban al mirar.

—No está allí —dijo, tristemente—, y tampoco Bart…

No tuve tiempo de contestar. Oí la señal musical y salí bailando al escenario con los otros miembros del corps. Todo marchó perfectamente, con mamá en el balcón, convertida en la hermosa muñeca Copelia, que parecía tan viva como para inspirar amor a quien la viese de lejos.

Cuando concluyó el primer acto, encontré a mamá jadeando y casi sin aliento. No había dicho a papá que también representaría el papel de Swanhilda, la aldeana que amaba a Franze, a pesar de que éste se había enamorado locamente de una muñeca mecánica. Dos papeles para mamá, ambos difíciles, tal como ella los había coreografiado. Sin duda papá le habría prohibido bailar si hubiese sabido toda la verdad sobre su última danza.



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