Serpientes de plata y otros cuentos by Rainer Maria Rilke

Serpientes de plata y otros cuentos by Rainer Maria Rilke

autor:Rainer Maria Rilke [Rainer Maria Rilke]
La lengua: deu
Format: epub
ISBN: 9788416749348
editor: Ediciones Siruela
publicado: 2016-04-29T03:00:00+00:00


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Ahora bajaban juntos por la Nymphenburger Allee hacia la ciudad.

La feliz embriaguez había dejado paso a un sentimiento íntimo de felicidad, y en sus ojos ardía el fuego de un amor ilimitado.

No sentían la lluvia, que seguía cayendo silenciosa. Hablaban del futuro...

Imágenes esplendorosas de una felicidad largo tiempo esperada. Se describían las pequeñas habitaciones en que vivirían, y cómo arreglaría de la forma mejor y más cómoda esto o aquello; y pensaban en las noches de invierno en que se sentarían tan agradablemente junto al fuego encendido en la chimenea y hablarían de su lucha larga y temerosa ¡hasta obtener la recompensa final de un amor grande, puro y victorioso!

Realmente. Ahora había terminado la espera de años, desesperada. La meta que hacía sólo una hora había juzgado inalcanzable estaba de pronto muy cerca de ellos. Sólo tenían que alargar la mano.......

Los dos tuvieron al mismo tiempo ese pensamiento.

Involuntariamente se miraron.

E involuntariamente Erhard pensó: ¿me querrá siempre?

Se asustó de la idea.

Sin embargo, Magda se dio cuenta... Se estremeció.

–Erhard –dijo en voz muy baja–, ¡seremos muy felices!

Luego guardaron silencio.

Y pensaron otra vez en el futuro.

Pero entonces vinieron otras imágenes. Todo les parecía de pronto tan realista...

Esas pequeñeces, pensaba el artista... ¿Cómo podrían evitarlas? Vendrían las pequeñas preocupaciones. Recordó las palabras de la carta: «modesta..... muy modesta.....».

Entonces se dio cuenta de que Magda suspiraba.

Se asustó. Ella no podía saber....

Sus pasos resonaban monótonos en el suelo mojado. Por lo demás, reinaba una gran calma. De vez en cuando, el viento despertaba en las ramas y suspiraba......

Y los dos guardaban silencio...

Magda apoyó su brazo con más fuerza en el de él.

–¿Tienes frío, cariño?

–No, Erhard.

Pero él sintió cómo el frío la sacudía.

Ella se estrechó íntimamente contra él.

Él se estremeció.

Se le ocurrió un loco pensamiento: Esta mujer es ahora tuya... toda tuya,... y debe concederte...

Y miró a su acompañante.

Aquel rostro delicado, transparente y pálido, con sus ojos grandes en los que amanecían castos sueños.......

Apartó la mirada.

... alguna prostituta de ojos descarados y labios ansiosos había despertado en él algo parecido a una furia sensual; la había seguido dos o tres calles, hasta que el asco.....

Pero aquella niña...

Sería un crimen.....

Recordó que siempre la había llamado su musa.

¡Su musa!....



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