Segundo diario minimo by Umberto Eco

Segundo diario minimo by Umberto Eco

autor:Umberto Eco
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788490623336
editor: Penguin Random House Grupo Editorial Espanya


(1987)

CÓMO PRESENTAR EN TELEVISIÓN

Viví una experiencia fascinante cuando la Academia de las Ciencias de las Islas Svalbard me envió a estudiar durante algunos años a los bongas, civilización que florece entre la Tierra Incógnita y las Islas Afortunadas.

Los bongas hacen, más o menos, lo que nosotros hacemos, pero muestran una extraña predisposición para la integridad de la información. Ignoran el arte de la presuposición y de lo implícito.

Por ejemplo, nosotros empezamos a hablar y usamos, obviamente, palabras, pero no necesitamos decírnoslo. En cambio, un bonga que habla a otro bonga empieza diciendo: «Atención que ahora hablo y usaré palabras». Nosotros construimos casas y luego (excepto los japoneses) les indicamos a los visitantes el número, el nombre de los inquilinos, la escalera A y la B. Los bongas sobre todas las casas escriben, en primer lugar, «casa», luego, con cartelitos hechos aposta, indican los ladrillos, el timbre, y escriben «puerta» junto a la puerta. Si llamáis al piso del señor Bonga, os abre la puerta diciendo: «Ahora abro la puerta», y luego se presenta. Si os invita a cenar, hace que os sentéis y os dice: «¡Ésta es la mesa, y éstas son las sillas!». Luego, con tono triunfal anuncia: «Y ahora, ¡la camarera! Aquí está Rosita. ¡Os preguntará qué deseáis y os servirá vuestro plato preferido!». Lo mismo sucede en los restaurantes.

Es curioso observar a los bongas cuando van al teatro. Se apagan las luces en la sala y aparece un actor que dice: «¡Aquí está el telón!». Luego el telón se abre y entran en escena otros actores para interpretar, pongamos, Hamlet o El enfermo imaginario. Pero cada actor es presentado al público, primero con su nombre y apellidos verdaderos, luego, con el nombre del personaje que debe interpretar. Cuando un actor acaba de hablar anuncia: «Y ahora, ¡pausa!». Pasan algunos segundos, y entonces empieza a hablar el otro actor. Inútil decir que al final del primer acto, un actor se adelanta hasta el proscenio y anuncia: «Y ahora seguirá un intermedio».

Lo que me había llamado la atención era que sus espectáculos musicales estaban compuestos, como los nuestros, por números hablados, canciones, duetos y ballets. Pero yo estaba acostumbrado, como en nuestra civilización, a que dos cómicos hagan su número, luego uno empiece a entonar una canción, entonces ambos se eclipsen e irrumpan en el escenario graciosas muchachas que se dedican a bailar con empeño, así, para dar un poco de alivio al espectador, luego el baile se acabe y los actores vuelvan a empezar. En cambio, entre los bongas, primero los dos actores anuncian que seguirá un numerito cómico, luego dicen que cantarán un dueto, y puntualizan que será gracioso, por fin, el último actor que queda en escena anuncia: «Y ahora, ¡el ballet!». Lo que más me había asombrado era que, en el intermedio, sobre el telón aparecían unos letreros publicitarios, como sucede también entre nosotros. Pero después de haber anunciado el intermedio, el actor decía siempre: «Y ahora, ¡publicidad!».

Me había preguntado durante mucho tiempo qué es lo que empujaba a los bongas a esta obsesionante necesidad de puntualizaciones.



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