Secretum by Rita Monaldi y Francesco Sorti

Secretum by Rita Monaldi y Francesco Sorti

autor:Rita Monaldi y Francesco Sorti [Monardi, Rita y Scorti, Francesco]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: BestSeller
ISBN: 9788498380064
editor: Monardi, Rita y Scorti, Francesco
publicado: 2010-01-15T23:00:00+00:00


Encontré a Atto en su habitación, donde esperaba noticias de mi encuentro con el maestro florista. Tan pronto como conoció la última novedad, esto es, la aparición de César Augusto, salió conmigo corriendo al jardín. Allí

exploramos primero la zona de la cabaña de los aperos, donde poco antes había visto al pájaro. Sin embargo, no había rastro de él.

-La pajarera -propuse.

Llegamos acezantes, así por la prisa como por nuestro afán de que no nos vieran los criados de faena ni los cardenales que paseaban por las inmediaciones, pero tampoco allí encontramos a César Augusto. Contemplé

impotente la tropa de ruiseñores, avefrías, estarnas, perdices griegas, francolines, faisanes, hortelanos, verderones, mirlos, calandrias, pinzones, tórtolas y paros carboneros. Picoteaban semillas de cereales y hojas de lechuga, ajenos a nuestra inquietud. Aun en el supuesto de que supiesen dónde se ocultaba su compañero, no podían hacer más que fijar en nosotros sus ojitos vacíos. Cuando ya lamentaba que el papagayo fuese la única ave que poseía el don de la palabra, advertí que un joven francolín miraba con insistencia hacia arriba, aparentemente nervioso. Conocía muy bien a aquel pajarito vivaz e impertinente, que, cuando yo repartía la comida, se posaba muchas veces en mi brazo para coger de la palma de mi mano el pan seco, que le chiflaba y que por nada del mundo quería que diese también a sus compañeros de jaula. Ahora mostraba la misma agitación: piaba irritado apuntando hacia lo alto con el pico. Entonces entendí y también miré.

-Todo vale para salir adelante, ¡ja, ja! -repitió César Augusto al verse descubierto.

Estaba fuera, en lo alto de la pajarera, es decir, encima de la bonita cúpula de red metálica que coronaba toda la arquitectura de esa prisión de pájaros. Como es lógico, desde su huida nadie le había puesto comida en su jaula particular. César Augusto, pues, debía de haber robado en algún sitio un trozo de pan, que ahora picoteaba en aquel pináculo, bajo la mirada envidiosa del francolín.

-Baja ahora mismo y entréganos el papel -le ordené, con cuidado de no gritar demasiado para que no me oyesen los otros criados.

Por toda respuesta, echó a volar y se posó en un álamo cercano, pero sin su acostumbrada desenvoltura. Pretendía, sin duda, provocarnos. Todo indicaba que por uno de nosotros sentía animosidad, y no resultaba difícil adivinar por cuál.

-Le ha costado posarse, debe de tener la nota todavía en una garra expliqué a Atto.

-Confiemos en que no la suelte en un sitio indebido -comentó con un suspiro-y que la solución llegue pronto.

-¿La solución?

-He mandado a Buvat en busca de un experto. Fue a caballo con uno de los criados. Por suerte, tu colega cuenta con todas las indicaciones necesarias, pero espero que no ate cabos. Si no, todo el mundo se presentaría aquí, empezando por el gentilhombre de la casa.

Me disponía a preguntarle qué entendía por «experto», cuando los acontecimientos se adelantaron a mis palabras. Buvat asomó la cabeza por un seto.

-¡Alabado sea el Señor! -exclamó Melani.

Quizá merced a oscuras facultades premonitorias,



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