Se ofrece musa a tiempo parcial by Lorraine Cocó

Se ofrece musa a tiempo parcial by Lorraine Cocó

autor:Lorraine Cocó [Cocó, Lorraine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romantica
publicado: 2018-04-30T22:00:00+00:00


CAPITULO 13

“La musa es la primera nota en la infinidad del silencio.”

Josephine Lys

—¿Quieres un café? —le preguntó Will en cuanto la vio entrar por la puerta de su loft.

Didie, antes de contestar, no pudo evitar quedarse mirando el entorno con la boca abierta. Era inmenso, tan blanco y elegante que se sintió inmediatamente sobrecogida.

Miró a William y se dio cuenta de que él esperaba una respuesta a su invitación.

—No gracias, no tomo café. Y tú tampoco deberías hacerlo, no necesitas excitantes.

—Dijo la chica que se alimenta a base de azúcar…

Ella torció el gesto en una mueca.

—No lo entiendes, es cosa de musas.

—Sí, eso dijiste. Pero no llegaste a explicarme por qué.

—El azúcar me ayuda a mantener los niveles de energía, me consumo rápidamente. Y si eso pasa, me pongo mal. Me cambia el humor.

—¡Wow, qué miedo! —exclamó burlón.

—No te reirás tanto si me ocurre alguna vez en tu presencia —le advirtió ella, levantando el palo de su piruleta ya consumida—. ¿Puedo cotillear? —le preguntó señalando las puertas que daban a aquel enorme salón.

—¿Acaso podría impedírtelo?

—La verdad es que no —dijo con una gran sonrisa, y William se quedó prendado de aquel gesto suyo, hasta que la vio desaparecer en dirección a su cuarto.

Estuvo varios minutos conteniendo la curiosidad de saber qué estaría haciendo allí, hasta que fue superior a sus fuerzas y se dirigió al dormitorio para encontrarse con una escena de lo más excitante: Didie, echada sobre su cama, con los brazos abiertos y los ojos cerrados.

“¡Venga, hombre!”, pensó. Acababa de decirle que podía controlarse perfectamente, ¿y ella iba y se echaba en su cama? Se apoyó en el marco de la puerta y se cruzó de brazos a observarla. Estaba totalmente estirada, su vientre liso se hundía, y sus pechos, llenos, se erguían contra la tela de su camiseta blanca. Los pezones endurecidos se marcaban, regalándole imágenes tortuosas en las que deleitarse. De repente, la frente de Didie se frunció molesta, aun con los ojos cerrados.

—¿No te gusta mi cama? —le peguntó sin moverse de la puerta.

Didie pegó un respingo levantándose de golpe, sorprendida.

—No… La verdad que no.

William enarcó una ceja.

—Está todo mal puesto. Esta habitación no deja fluir la creatividad.

—Por suerte aquí no escribo, reservo el dormitorio para otras cosas…

La sonrisa pícara y hasta maliciosa que se paseó por los labios de William logró que el corazón de Didie se saltase un latido.

—Eso no tiene importancia, toda tu casa debe dejar fluir las energías. Nunca se sabe dónde puede nacer la inspiración.

—Si tú lo dices…

—Sí, lo digo.

—¿Y qué crees que deberíamos hacer para cambiar las energías de mi cama? —William fue hasta ella, pasó por su lado y se dejó caer sobre el colchón. Cruzó los brazos por debajo de su cabeza y se dedicó a observarla desde allí.

Una vez más, pensaba que todo aquello de las energías era una autentica estupidez, pero pensaba seguirle la corriente. Si hacerlo le permitía tenerla en su dormitorio un rato más, dejando su aroma a cereza por todas partes, no sería tan mala idea.



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