Santa suerte by Jorge Franco Ramos

Santa suerte by Jorge Franco Ramos

autor:Jorge Franco Ramos [Ramos, Jorge Franco]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Alfaguara
publicado: 2017-05-22T16:00:00+00:00


La que inventa dolores

Jennifer cayó junto a la puerta del carro y fueron tantos y tan fuertes sus gritos que a los pocos segundos quedó en medio de un grupo de gente con la piel erizada. Nadie entendía qué hacía ella ahí con un niño muerto en los brazos y tirada sobre un reguero de vidrios. Nadie sabía por qué el hombre del carro estaba inmóvil, con la frente apoyada en el timón. Jennifer se había desmadejado sobre su hijo. No respondía cuando le hablaban, sólo gritaba abrazada a una mancha roja que segundo a segundo se hacía más grande. La gente comentó:

Está herida.

El hombre está muerto.

El bebé está herido.

El bebé está muerto.

Llamen una ambulacia.

Vino más gente. Llegaron un notario, dos señoras voluntarias de alguna cosa, cinco mensajeros, una mujer que hacía de estatua en la esquina, un músico, tres mendigos, seis ladrones, y por más que preguntaron si había un médico entre el grupo, no apareció ninguno, y luego, sin llamarlo y de la nada, llegó un policía. Atravesó el tumulto, se acurrucó junto a Jennifer y trató de hablar con ella; le pidió a la gente que llamaran una ambulancia. Miró dentro del carro y le habló al hombre, que no le respondió sino que echó el cuerpo hacia atrás, contra el espaldar, sin abrir los ojos. El policía le vio la pistola sobre las piernas, desenfundó la suya con movimientos torpes y rápidos, dio dos pasos atrás y apuntándole aulló, ¡brazos en alto! La gente exclamó y también retrocedió un poco. Jennifer seguía gritando.

El hombre subió los brazos muy despacio. No los puso en alto sino que agarró el timón. ¡Súbalos, que le vea las manos!, dijo el policía, ¡si arranca disparo! Los alaridos de Jennifer se atravesaban en las órdenes. ¡Abra los ojos!, ordenó el policía, ¡ábralos o disparo! La gente volvió a exclamar. El hombre seguía con los ojos apretados, el policía sabía que no podía dispararle por no querer abrirlos. Se acercó un poco más sin dejar de apuntarle y vio que le salían lágrimas.

Jennifer quedó en medio de los dos, hecha un nudo de dolor y sangre. El policía le pidió que se moviera un poco, necesito abrir la puerta del carro, le dijo. Ella no se movía, ni el hombre del carro abría los ojos ni levantaba los brazos. La gente seguía en un corrillo apretado. ¡Ayúdenme a moverla!, pidió el policía. Un hombre rompió el círculo y se acercó a Jennifer, pero no sabía de dónde agarrarla. Trató de convencerla.

Muévase un poco, por favor.

El voluntario y el policía se miraron. Jennifer no se movió. El tipo apartó con el pie algunos pedazos de vidrio, se acercó a ella y le dijo, voy a moverla. Metió las manos bajo los brazos de ella y la levantó con mucho cuidado, como si Jennifer estuviera hecha de remiendos a punto de soltarse. Ella parecía no darse cuenta de que la estaban moviendo. En el pavimento quedó trazada una mancha gruesa de sangre. El tipo le vio la cara al bebé.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.