Rojo, blanco y sangre azul by Casey McQuiston

Rojo, blanco y sangre azul by Casey McQuiston

autor:Casey McQuiston [McQuiston, Casey]
La lengua: spa
Format: epub
editor: RBA Molino
publicado: 2019-10-16T22:00:00+00:00


—Cuando sea vuestro presidente —está diciendo Jeffrey Richards en una de las pantallas planas que hay en la oficina de campaña—, una de mis principales prioridades será la de estimular a los jóvenes para que colaboren con su gobierno. Si queremos conservar el control del Senado y recuperar la Casa Blanca, necesitamos que la siguiente generación se levante y se sume a la lucha.

Los republicanos de la Universidad de Vanderbilt lanzan vítores al oír esta transmisión en directo, y Alex finge vomitar sobre el borrador de políticas en el que está trabajando.

—Brittany, ¿por qué no subes aquí? —Una alumna rubia y muy guapa sube al podio y se pone al lado de Richards, y él la rodea con el brazo—. Brittany ha sido la organizadora principal con la que hemos trabajado para este evento, ¡y no podría haberlo hecho mejor al proporcionarnos esta increíble asistencia de público!

Más vítores. Un empleado de nivel intermedio arroja una bola de papel contra la pantalla.

—Los jóvenes como Brittany son los que nos inspiran esperanza para el futuro de nuestro partido. Y por eso tengo el placer de anunciar que, cuando llegue a la presidencia, pondré en marcha el programa Richards para Jóvenes Congresistas. Otros políticos no quieren que la gente, sobre todo la gente joven y sagaz como vosotros, venga por nuestras oficinas y vea cómo hacemos las cosas...

«Me encantaría ver peleándose en una jaula a tu abuela y a este jodido imbécil que pretende desbancar a mi madre», le escribe Alex a Henry en un mensaje cuando regresa a su cubículo.

Ya faltan muy pocos días para la convención, y en lo que va de semana aún no ha podido tomarse un café antes de que sus compañeros vaciasen la cafetera. Los buzones de entrada están llenos a rebosar desde hace dos días, cuando lanzaron la plataforma oficial, y el estirado de Hunter no ha parado de disparar correos electrónicos como si la vida le fuera en ello. No le ha vuelto a decir nada desde la bronca que tuvieron el mes pasado, pero ha empezado a llevar auriculares para no molestar a Alex con sus gustos musicales.

Escribe otro mensaje, esta vez dirigido a Rafael Luna: «¿Te importaría ir a ver a Anderson Cooper, y explicar ese párrafo sobre las leyes fiscales que escribiste sin firmar para la plataforma, para que la gente deje de preguntarme cosas? Es que no tengo tiempo, tío».

Lleva toda la semana escribiéndose con Luna, desde que la campaña de Richards filtró que han dado el nombre de un senador independiente para su futuro gabinete. Ese cabrón de Stanley Connor negó de plano toda petición de aval; al final, Luna le dijo en privado a Alex que tenían suerte de que Connor no intentase ganarlos en las primarias. No hay nada oficial, pero todo el mundo sabe que Connor es el que se ha sumado al partido de Richards. Pero si Luna sabe cuándo va a tener lugar el anuncio, desde luego no lo dice.

Menuda semanita. Las encuestas no arrojan



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