Robot, fundador by Elliot Dooley

Robot, fundador by Elliot Dooley

autor:Elliot Dooley
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela
publicado: 1981-12-31T23:00:00+00:00


* * *

Cinco robots de la serie H-D habían pasado de su vehículo al interior de la nave, en tanto que tres más operaban en el exterior efectuando las reparaciones más apremiantes.

Llenos de asombro, los tripulantes de la astronave asistían al espectáculo de ver cómo trabajaban los robots, ante cuya seguridad y eficacia no podían por menos que descubrirse.

La teniente Salvia, que había ido a la cabina de mandos reuniéndose con el capitán, Kartosh y la subteniente de comunicaciones, estaba poco menos que boquiabierta.

La mujer, como jefe del departamento de conservación de la astronave, veía con envidia la pericia y sincronización de movimientos de que hacían gala los robots.

Terdam se fijó en su actitud y, señalando a los componentes del equipo enviado desde la base espacial, le preguntó:

—¿Qué le parece el regalo que nos han enviado nuestros nuevos amigos?

—Asombroso, señor. Durante el ejercicio de mi carrera he visto muchas clases de robots pero ninguno tan perfecto como éstos. Y es de suponer que habrá otros, programados para realizar distintas funciones, que no desmerecerán de los que ahora vemos.

—Eso explica muchas cosas... —murmuró Terdam.

—En efecto, capitán. Sólo unos elementos mecánicos tan perfectos como éstos podían llevar a cabo la tarea de sacarnos con bien de la zona de los aerolitos. Ellos no pueden cometer errores. No están sujetos a los fallos humanos. En ese sentido puede decirse que nos dan ciento y raya.

Terdam frunció el entrecejo al tiempo que movía la cabeza en gesto de asentimiento.

—Sí... Eso creo yo también.

Y, cada vez más preocupado, el capitán siguió observando cómo los robots se movían por allí como Pedro por su casa.

De pronto, cuando menos se lo esperaban, sin previo aviso, uno de los H-D se encaminó a uno de los sectores de la nave que estaba bajo el control de los servicios de seguridad.

El centinela le dio inmediatamente el alto.

—¡Quieto, amiguito! ¡No des un paso más!

Emitiendo un sonido chirriante el robot aminoró la marcha al tiempo que indicaba la necesidad de seguir adelante.

Tozudo, haciendo caso omiso de la orden que se les había dado por Kartosh de no interferir ni molestar a los enviados de Ciborz, el centinela volvió a intimar al robot para que no continuase avanzando.

—Quédate ahí quietecito y no hagas que me enfade. Si no obedeces me obligarás a que te convierta en un montón de chatarra.

El H-D registró el tono amenazador, pero no el significado exacto de las palabras del humano. Su visor captó también el gesto ominoso del pentinela al apuntarle con su arma. Automáticamente el módulo de transmisión del robot emitió las señales correspondientes para requerir de H-D-73 una confirmación de instrucciones.

Siguió un corto lapso de tiempo durante el cual la información del H-D pasó a la cabina de transmisiones de la base espacial desde donde H-W-102 la trasladó a la central de Ciborz para conocimiento del cerebro electrónico rector.

Mientras se programaba en Ciborz la oportuna actuación del robot amenazado, éste proseguía su avance en dirección al centinela aunque con mayor lentitud.

El hombre, que había estado sometido a una fuerte tensión durante las últimas horas, se encolerizó al verse desobedecido.



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