Ritual by Arthur Machen

Ritual by Arthur Machen

autor:Arthur Machen [Machen, Arthur]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Terror, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1992-01-01T05:00:00+00:00


III

Eso pareció entonces, por lo menos, pero algo había en la historia de ese parque suburbano que se le grabó en la mente a Arnold y acabó obsesionándolo hasta el punto de despacharlo por fin al remoto septentrión del relato. Y es que, mientras meditaba acerca de esa extraña atracción, encontró por casualidad en sus desordenadas estanterías un sobado volumen marrón. Era un libro adquirido en un puesto de Farringdon Street, la calle donde apareció el manuscrito de Centuries of Meditations de Traherne. Hasta entonces, Arnold apenas lo había hojeado. Se titulaba A London Walk: Meditations in the Streets of the Metropolis. Su autor era el reverendo Thomas Hampole, y el libro estaba fechado en 1853. Consistía en su mayor parte en reflexiones morales y obvias, del estilo de las que cabría esperar de un piadoso y afable hombre de iglesia de la época. A mediados del siglo XIX, el gusto por moralizar que tanto floreció en tiempos de Addison, Pope y Johnson, que permitió que The Rambler fuera una revista popular y que enriqueció a los editores de sermones, aún conservaba bastante vigor. A la gente le gustaba que la previnieran de las consecuencias de sus actos, que le dieran lecciones de puntualidad, aprender la importancia de las cosas pequeñas, oír sermones hasta de las piedras, y que le enseñaran que se podían sacar reflexiones deprimentes de casi todo. Así pues, el reverendo Thomas Hampole recorría las calles de Londres con mirada moral y admonitoria: veía Regent Street en su temprano esplendor y pensaba en las ruinas de la poderosa Roma, predicaba acerca de la soledad en medio de la multitud al contemplar lo que él llamaba las rebosantes miríadas, y permitía que una casa abandonada y medio en ruinas «en Chancery» le inspirase visiones de las alegres fiestas navideñas que en tiempos se habían celebrado, sin pararse a pensar, tras las paredes desmoronadas y las rotas ventanas.

Pero de vez en cuando el señor Hampole se volvía menos previsible y tal vez en realidad más provechoso. Por ejemplo, hay un pasaje —que ya ha sido citado, me parece, por algún autor moderno[33]— que resulta bastante curioso:

«¿Alguna vez has tenido la fortuna, amable lector —pregunta el señor Hampole—, de levantarte muy temprano, a punto de alborear un día de verano, antes incluso de que los radiantes rayos del sol hayan acariciado siquiera con su luz las cúpulas y chapiteles de la gran ciudad? (…) Si has tenido esa suerte, ¿no has advertido que parecen haber obrado unos poderes mágicos? La escena acostumbrada ha perdido su aspecto familiar. Las casas ante las que has pasado a diario, puede que durante años, cuando has salido en pos de tus negocios o de tus placeres, ahora te parece como si las vieras por primera vez. Han experimentado un cambio misterioso, convirtiéndose en algo rico y extraño. Aunque puede que en su diseño no haya intervenido ningún esfuerzo extraordinario del arte de la arquitectura (…) aun así, has estado dispuesto a admitir que ahora “se alzan gloriosas, brillan cual astros, envueltas en serena luz”.



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