Ricardo by Emilio Castelar

Ricardo by Emilio Castelar

autor:Emilio Castelar [Castelar, Emilio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1876-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo X

Un consejo de familia

Mientras pasaba la anterior escena departían la condesa y su tío con varias señoras y señores que fueron de visita. La conversación allí no tenía los peligros que en presencia de Ricardo, y el viejo se despachaba a su gusto sin temor ninguno a las reconvenciones y a las advertencias. Enamorado de sus primeros años, no se podía hablar de ningún asunto que él no relacionase con los recuerdos de su memoria y con los afectos de su pasada vida. Una señorita habló del teatro y de lo fastidioso que era en verano cuando todo Madrid está en baños, y las buenas compañías en vacaciones, y los cómicos de la legua sólo presentes o los titiriteros del Circo de Price, para ofrecer por todo espectáculo saltos siempre iguales o decoraciones y comparsas bastantes a distraer la vista unos minutos y dejar el corazón sumido en la mayor indiferencia. En cuanto oyó estas observaciones dijo el marqués lo siguiente:

—En mi tiempo el teatro era una escuela de moral. Para vender chucherías por sus gradas se necesitaba que, aguadores, barquilleros y demás gente de la misma harina, llevaran su certificado de buena conducta, previo examen de Doctrina cristiana ante el cura párroco. Yo era un mosquetero de primera, es decir, un asistente a casi todas las representaciones ruidosas. Como que una vez me llevaron a la cárcel por haber penetrado en el vestuario de la primera dama, crimen prohibido en todas las ordenanzas y castigado con penas acerbísimas. ¿Y qué había de hacer? Nos ponían de buenas a primeras un listón de media vara en el proscenio para que desde las lunetas no viéramos los pies de las comediantas, y, a decir verdad, me gustaba mucho verlas todo el cuerpo. Yo era chorizo, yo odiaba de muerte a los polacos hasta pasar otra noche en la cárcel por haber arrojado a la cabeza del jefe de nuestros enemigos un pepino de a libra que le derribó la peluca y a su pecho un tomate de seis onzas que le puso como nuevas las chorreras. Entonces cada representación equivalía a una batalla, y el interés se encontraba más en el patio que en las tablas, y todo era jolgorio, rebullicio, estruendo, placer y barahúnda.

—Y que no hablarían Vds. poco de esas batallas en las gradas de San Felipe el Real.

Le observó una señora.

—¡San Felipe el Real! No me hable V. de ese sitio porque me pongo furioso, al ver que lo ha derribado la prosaica niveladora piqueta de este tiempo y ha sustituido sus arquitectónicas líneas y su majestuosa rotonda con ese armatoste de casa de vecindad que se llama la casa del Maragato, rematada por un mirador semejante a preñada y grotesca chimenea. ¡Cuánto más hermosa era la iglesia de San Felipe, la iglesuela misma del Buen Suceso, donde íbamos a ver salir las petimetras de misa, que esos caserones en herradura, pintados todos de color de yema de huevo e insufribles a la vista por su uniforme



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.