Revuelta y resignación. Acerca del envejecer by Jean Améry

autor:Jean Améry [Améry, Jean]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 1967-12-31T16:00:00+00:00

NO ENTENDER YA EL MUNDO

Quien alcanza el umbral —éste en edad temprana, aquél algo más tarde; uno armado de sinceridad, otro prisionero de un autoengaño que ha de revelarse muy poco sólido— debe reconocer en algún momento que ya no entiende el mundo. Este aspecto del envejecimiento social, el envejecer culturalmente, en el sentido más amplio, se suele poner de manifiesto a lo largo de un proceso bastante largo y poco dramático de percepciones sucesivas. En primer lugar, a menudo tan sólo aparece un sordo sentimiento de aversión contra aquello que el que envejece denomina para sí «la jerga cultural» de la época, negándose a considerar la cuestión de que tal vez él mismo esté también hablando una jerga similar, sólo que ya un tanto anticuada y no, como cree, una lengua pura, la lengua por definición. Un ligero malestar le acompaña en la lectura de determinadas revistas y libros, y con resignado encogimiento de hombros tenderá a hablar de moda, snobismo, ismos, presunción verbal, aunque a menudo se reprima, porque a nadie le gusta llegar a ser marginado por adoptar una postura de excesiva obstinación retrógrada. La persona culta ha aprendido de la historia del pensamiento que la resistencia trivial contra lo nuevo y desconocido es un fenómeno que se repite. Es posible que sepa lo que sucedió en 1874 en París con motivo de la primera exposición de pintores impresionistas, sabrá por qué había de suceder así, por qué motivo la resistencia frente a Monet y sus amigos finalmente acabó disolviéndose en un sentimiento de vergüenza.

A pesar de ello no le resultará tan fácil convertir el disgusto que le produce el lettrisme, el infra- y ultralettrisme en una tolerancia manifiesta, que a su vez no es más que una forma de incomprensión. La resistencia del que envejece no se limita a aquellas manifestaciones culturales que le exigen un esfuerzo intelectual, una adaptación de su sensibilidad, sino que se extiende a procesos secundarios como lo son los de la moda en el vestir.

Cada vez que «A» hojea las revistas de moda, y aunque sepa perfectamente que adquirirá sus vestidos siguiendo, moderadamente, los dictámenes de la moda, los nuevos modelos le causan un claro fastidio y le parecen un absurdo. También esta vez «A» queda desagradablemente sorprendida de la, para ella manifiesta, cómica extravagancia de los modelos, y toma, como ya ha hecho en ocasiones similares, su álbum con viejas fotos para encontrar de nuevo lo que a su parecer era realmente bonito y favorecía, al contrario de las figuras irritantes que este año le imponen los creadores de moda. A la primera mirada sobre las fotos de finales de los años treinta le sucede una vez más lo que suponía incluso antes de buscar el álbum, aunque en medio de su sospecha, y a pesar de que la experiencia ya la ha instruido al respecto, se lo haya negado a sí misma: la moda de sus años jóvenes, su moda, parte fundamental de su «yo» construido por el recuerdo,

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