Religiones vecinas by David Nirenberg

Religiones vecinas by David Nirenberg

autor:David Nirenberg [Nirenberg, David]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Crítica
publicado: 2016-05-23T22:00:00+00:00


Pues si somos cuidadosos en preservar la raza

de buenos caballos y buenos perros de caza,

¿cuánto más proveerá el rey

para la raza, su principal valedor?[45]

Por abreviar, las palabras «raza», «casta» y «linaje» (y sus equivalentes en las diferentes lenguas romances ibéricas) ya estaban permeadas de ideas manifiestamente biológicas sobre la crianza y la reproducción animal en la primera mitad del siglo XV. Es más, la súbita y explícita aplicación de este vocabulario a los judíos coincide cronológicamente (la década de 1430) con la aparición de la ideología anticonversos (ya hemos visto un ejemplo en Alfonso Martínez de Toledo) que trataba de establecer nuevas categorías y discriminaciones religiosas y legitimarlas naturalizando su reproducción. Uno de los ejemplos legislativos más tempranos data de 1433. El 10 de enero de ese año, la reina María decretó a favor de los conversos de Barcelona que no podía realizarse distinción legal alguna entre los cristianos «naturales» por un lado y los neófitos y sus descendientes por otro, decreto que implica que había personas que intentaban establecer precisamente esas distinciones.[46] Un año después, el concilio de Basilea pondría gran empeño en rechazar tales distinciones: «Puesto que [los conversos] se convirtieron por gracia del bautismo en compatriotas de los santos y los miembros de la casa de Dios, y dado que la regeneración del espíritu es mucho más importante que el nacimiento de la carne ... deben disfrutar de los mismos privilegios, libertades e inmunidades de aquellas ciudades y pueblos donde fueron regenerados a través del sagrado bautismo de que gozan los cristianos de nacimiento». Ya vimos en el capítulo 6 lo necesario y, al mismo tiempo, lo ineficaz que resultó tal decreto. Pocos meses después de su proclamación, el rey Alfonso de Aragón rechazó los intentos por poner impedimentos a los neófitos en Calatayud; en 1436, los concejales de Barcelona prohibieron ejercer el oficio de notario a los conversos y a aquellos cuyos padres no fueran «cristianos de natura»; en 1437, el ayuntamiento de Lérida intentó retirar a los conversos sus licencias de corredores mercantiles. Los conversos de Cataluña y Valencia apelaron al papa y, en 1437, Eugenio IV condenó, por considerarlos «hijos de la iniquidad ... Cristianos solo de nombre», a quienes afirmaran que los conversos recientes debían ser expulsados de los cargos públicos y a quienes «se negaran a contraer matrimonio con ellos». Del mismo modo, una rebelión antimonárquica en Castilla planeaba asesinar a la población conversa de Sevilla en 1433 y 1434 y, diez años más tarde, aún en plena guerra civil, el rey Juan II se vio obligado a ordenar a las ciudades de su territorio que los conversos fueran tratados «como si hubieran nacido cristianos» y admitidos «en cualquier puesto honorable de la república».[47]

El vocabulario de la raza evolucionó bajo la presión de este conflicto, mientras palabras como «raza», «casta», «linaje» e incluso «natura» eran aplicadas a los conversos y sus descendientes. Hacia 1470, el término «raza» era tan común en la poesía que Pero Guillén lo incluyó (junto con otros igualmente útiles, como «marrano») en su Gaya ciencia, un manual de rima para poetas.



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