Reinos Olvidados - La Guerra Reina Araña 3 by Richard Baker

Reinos Olvidados - La Guerra Reina Araña 3 by Richard Baker

autor:Richard Baker [Baker, Richard]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2011-07-13T05:00:00+00:00


* * *

Halisstra se despertó del ensueño y descubrió que estaba helada y empapada. Durante la noche, un polvo ligero, que imaginó sería nieve, había caído sobre el bosque, engalanando todas las ramas con una delgada capa de blanco brillante. La novedad de la experiencia pronto dejó de ser agradable, sobre todo después de darse cuenta de que empapaba sus ropas y el piwafwi. La realidad de la nieve en la superficie era menos atractiva que cualquier texto sobre el fenómeno que hubiera leído en la comodidad de la biblioteca de su casa.

El cielo volvía a estar oscuro y gris, pero era más luminoso que el día anterior; lo bastante para causar incomodidad a los viajeros drows, pues Quenthel había decidido no llevarlos bajo la luz del sol después de que Pharaun descansara y estudiara sus conjuros. Pasaron la mayor parte de las horas del día cobijados en la cueva, lejos de la luz. El grupo no se preparó para desmontar el campamento hasta la tarde, cuando el sol ya empezaba a declinar.

--Recuérdame que investigue cómo se podría extinguir ese orbe infernal --comentó Pharaun, mientras entornaba los ojos--. Sigue ahí arriba, tras esas benditas nubes, quemándome los ojos.

--No eres el primero entre los de nuestra raza que comprueba que su luz es dolorosa --respondió Quenthel--. De hecho, cuanto más te quejas, más me molesta, así que guárdate tus lloriqueos y ponte a trabajar en el conjuro.

--Por supuesto, magnífica matrona --dijo Pharaun con tono sarcástico.

Se dio media vuelta y corrió por las rocas cubiertas de nieve antes de que Quenthel replicara. La Baenre masculló una maldición por lo bajo y también se alejó, ocupándose en observar cómo Danifae llenaba la mochila con el saco de dormir y las mantas de Quenthel. El resto del grupo se mantuvo en un respetuoso silencio y fingió que no veía lo sucedido entre Quenthel y Pharaun, y Quenthel y Danifae. Reunieron sus pertenencias y desmontaron el campamento.

Halisstra cogió la mochila y siguió a Pharaun por el túnel. Ascendieron por un sendero escondido que llegaba hasta el bosque. En el claro que rodeaba la boca de la cueva descubrió que el bosque era muy denso y que se cernía sobre ellos desde todas direcciones. Allí donde miraba, la pared de árboles y maleza era la misma, una barrera frondosa indiferenciada, sin montañas lejanas por las que fuera capaz de orientarse, ni restos de senderos que seguir. Incluso en las cavernas más intrincadas de la Antípoda Oscura, por lo general a uno se le daban un puñado de opciones a la vez; adelante, atrás, izquierda, derecha, arriba, abajo... En el bosque, caminabas en la dirección que te apeteciera y a la larga llegabas a alguna parte. Era una sensación perturbadora y desconocida.

Acabó su cuidadoso examen de la ladera boscosa y volvió a mirar a Pharaun. El resto del grupo también la observaba, algunos de pie, otros en cuclillas, mientras se protegían la cara con las manos y esperaban las directrices del mago.

--Si digo algo --dijo Pharaun, al tiempo que miraba los árboles--, cualquier cosa, tenedlo muy presente.



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