Reinos Olvidados- Elminster 1 by Ed Greenwood

Reinos Olvidados- Elminster 1 by Ed Greenwood

autor:Ed Greenwood [Greenwood, Ed]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástica, Reinos olvidados, Elmister
publicado: 2011-06-13T05:00:00+00:00


ellas. Al cabo de un instante, se puso de rodillas y gateó tan deprisa como pudo pasillo adelante, hasta salir de él. Sólo entonces miró atrás, a una suave pared de luces parpadeantes que cubría todo el umbral.

—¿Te encuentras... bien? —Las palabras salieron de la boca de Elmara antes de que la joven pensara si era prudente preguntar.

Gralkyn se frotó los hombros.

—Eh... no lo sé. Todo parece estar bien... ahora que el cosquilleo ha cesado —

contestó mientras flexionaba los dedos con gesto pensativo.

Ithym se encogió de hombros, sacó una fina daga de su cinturón y la arrojó al umbral abarrotado de luces flotantes. Se produjo un fuerte chisporroteo de rayos minúsculos, tan brillantes que todos tuvieron que volver la cabeza y soltaron un gemido de dolor. El arma desapareció totalmente, sin que quedara un solo fragmento que cayera al suelo. Cuando volvieron a ver con claridad, las luces llenaban todavía el vano de la puerta, formando una suave e intacta barrera. Tarthe la miró ceñudo.

—Bien —dijo—, ése no es un camino de vuelta que me gustaría tomar, así que...

adelante.

Todos se volvieron y miraron en derredor. Se encontraban en un balcón que se curvaba ligeramente, como si estuviera en la parte interior de un vasto círculo. La balaustrada de piedra, a la altura de la cintura, se asomaba al vacío, a una vasta y abierta oscuridad. Examinaron las paredes y alcanzaron a ver en la penumbra otros balcones a corta distancia, algunos más arriba y otros más abajo, y todos ellos vacíos.

—¿Y bien, maga? —preguntó Tarthe.

—¿Me estás pidiendo un consejo o un conjuro? —preguntó a su vez Elmara, enarcando una ceja.

—¿Puedes conjurar una esfera de luz y enviarla flotando hacia eso? —El guerrero agitó una mano señalando la inmensa oscuridad que tenían delante, con cuidado de no sacarla fuera de la balaustrada.

—Sí que puedo —contestó Elmara con sosiego—, pero ¿debería hacerlo? Todo esto da la impresión de... estar a la expectativa. Acaso sea una trampa que sólo necesita mi conjuro para dispararse.

Tarthe resopló con fastidio.

—¡Estamos en la torre de un mago! —dijo—. ¡ Por supuesto que hay encantamientos y trampas puestos por todas partes! ¡Y por supuesto que buscamos meternos en problemas ejecutando magia aquí! ¿Crees que ninguno de nosotros se ha dado cuenta de ello?

—Yo... —Elmara se encogió de hombros—. Nos rodea un gran poder mágico, como un complejo entramado. No sé qué puede ocurrir si lo altero. Quiero que todos vosotros seáis conscientes de ello y que no os coja desprevenidos si... se nos viene encima lo peor. Así que preguntaré otra vez: ¿debo hacerlo?

—¿A santo de qué tantas preguntas sobre lo que es correcto y si debes o no hacerlo? —estalló Tarthe—. ¿No tienes el poder? ¡Pues, utilízalo! ¿Cuándo has escuchado que otros magos pregunten a los que están con ellos si les parece bien que lancen un conjuro?

—No lo bastante a menudo —rezongó uno de los otros guerreros, y Tarthe giró veloz sobre sí mismo y le lanzó una mirada furiosa. El guerrero alzó las manos vacías mientras protestaba—: Oye, Tarthe, yo sólo he dado mi opinión.



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