Recetas y confidencias by Ann Pearlman

autor:Ann Pearlman [Desconocido]
La lengua: spa
Format: epub

Y entonces, ocho o nueve meses más tarde, recibí una llamada a las siete de la mañana. Al principio, creí que la llamada formaba parte de un sueño, que los timbrazos eran en realidad los maullidos de un gatito que se había quedado encerrado en un armario. Antes de que tuviera tiempo de abrir en sueños la puerta, me di cuenta de que era el teléfono.

—¿Marnie? —dijo Jeannie. Hablaba con voz pastosa, como si tuviera la nariz congestionada.

—¿Jeannie?

—Ya sé que es muy temprano, pero... ¿podemos quedar para desayunar?

—Pásate por aquí.

—Vale. Dejo a Sara en el cole y voy para allí.

Saqué del congelador magdalenas de jengibre y preparé café. Me puse el albornoz color azul lavanda. Estábamos a principios de otoño y las flores ya se habían marchitado. Sólo los crisantemos, unos amarillos y otros de color violeta, florecían, aunque sus alegres colores quedaban un tanto atenuados por la fina lluvia plateada que en esos momentos caía. Los pájaros anunciaban con sus trinos que el invierno estaba a la vuelta de la esquina.

Jeannie se cubría el pelo con una gorra, lo cual era señal inequívoca de que le tocaba lavárselo. Tenía los ojos hinchados.

—Tómate un café —dije mientras le ponía una taza delante, sobre la mesilla baja.

Sacó una caja de pañuelos de papel de su bolso y se quedó allí sentada, como si no supiera por dónde empezar. Disney estaba tendido en el suelo, junto a ella, observándola con una mirada apenada. Había depositado el monito de juguete a sus pies.

Empujé el plato de magdalenas hacia ella y me senté con las piernas cruzadas en la otra punta del sofá.

—¿Qué ha pasado?

—Sue tiene un rollo con mi padre. Se está tirando a mi padre.

—¿Qué?

Intenté cogerle las manos, pero ella apartó una, sacó otro pañuelo de papel de la caja y se sonó la nariz.

—Dice que mi padre va a dejar a mi madre.

—¿Eso te ha dicho Sue?

Jeannie negó con la cabeza y se sorbió la nariz.

—Cuando me enteré de que tenían un rollo, llamé a Rosie. «Quiero saber qué coño pasa entre Sue y mi padre y no me digas que son cosas de trabajo», le dije. —Jeannie apoyó la cabeza en las manos—. Al final, Rosie me contó la verdad: «No te voy a mentir», me dijo, después de haberse comportado como si no pasara absolutamente nada. —Jeannie levantó la cabeza y se atragantó con sus propias palabras—. Durante dos años, han actuado a mis espaldas. Rosie sabía que Sue tenía un rollo con mi padre y Sue se comportaba como si nada, tan amiguita, tan alegre, tan mona ella.

—Jeannie —dije.

La abracé y ella, apoyada en mi hombro, lloró sobre mi albornoz.

—¿Cómo han podido hacerme algo así? Mi propio padre. Mis propias amigas. Todos me han mentido, me han traicionado. ¿Cómo ha podido mi mejor amiga tirarse a mi padre, robárselo a mi madre? ¿Y cómo ha podido Rosie, mi otra mejor amiga, ocultarme un secreto así? Hace por lo menos dos años que están liados, puede que más. ¿Cuánto

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