Reality Transurfing I. El Espacio de las variantes. by Vadim Zeland

Reality Transurfing I. El Espacio de las variantes. by Vadim Zeland

autor:Vadim Zeland
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Autoayuda
editor: Ediciones Obelisco
publicado: 2004-12-01T00:00:00+00:00


Superioridad e inferioridad

Los sentimientos de superioridad o de inferioridad son mera relación de dependencia. Tus cualidades se oponen a las cualidades de los demás, por lo que inevitablemente surge el potencial excesivo. A nivel energético no tiene importancia si expresas tu superioridad públicamente o, simplemente, te felicitas en secreto a la hora de compararte con los demás. No es necesario demostrar que, al evidenciar superioridad, nada se logra, salvo la aversión del prójimo. Al cotejarse favorablemente con los demás, el hombre intenta autoafirmarse artificialmente a cuenta de otro. Tal predisposición siempre crea un potencial, aunque sea sólo una sombra de soberbia no expresada claramente. En este caso el vanidoso se llevará un coscorrón de las fuerzas equiponderantes.

Es comprensible que, al compararse con el mundo circundante, el hombre intente demostrar su relevancia. Pero autoafirmarse por comparación es algo ilusorio. Para hacer una analogía, es como una mosca que intenta atravesar el cristal, cuando al lado tiene una ventana abierta. A la hora de intentar declarar su importancia al mundo, uno malgasta su energía para mantener el potencial excesivo artificialmente creado. El autoperfeccionamiento, al contrario, desarrolla virtudes reales, por lo que la energía no se gasta en vano y no crea potencial perjudicial.

Puede parecer que es muy poca la energía que se consume al compararse con los demás. Sin embargo, esa cantidad es suficiente para mantener un potencial bastante fuerte. Lo importante aquí es el propósito firme de dirigir la energía hacia uno y otro lado. Si el objetivo de uno es adquirir virtudes, su intención le lleva adelante hacia la obtención de la meta. Si su objetivo, en cambio, es mostrar al mundo sus «condecoraciones», se queda atascado en un sitio, creando una heterogeneidad en el campo energético. El mundo se «deslumbrará» con el resplandor de sus condecoraciones y las fuerzas equiponderantes entrarán en acción. Éstas tienen pocas opciones: bien reavivar los colores mustios del mundo circundante, bien apagar el esplendor de la estrella inoportuna. La primera variante es demasiado trabajosa, por supuesto. Sólo queda la segunda. Y a las fuerzas equiponderantes les sobran modos de hacerlo. No necesitan siquiera desposeer de sus condecoraciones al ambicioso. Con darle un disgusto cualquier sería suficiente para bajarle los humos.

Con frecuencia interpretamos los disgustos, problemas u obstáculos cualesquiera como propiedades integrantes de este mundo. Nadie se sorprende de que todos esos contratiempos, empezando por los pequeños y terminando por los serios, sean sus infalibles acompañantes a lo largo de la vida. Estamos acostumbrados a que nuestro mundo sea así. En realidad, la desgracia es una anomalía, no un hecho normal. De dónde procede esta anomalía y por qué le sucede precisamente a uno, a menudo es imposible de averiguar por lógica, pues, la mayoría de las desgracias, de una u otra manera, son provocadas por la actitud de las fuerzas equiponderantes al eliminar los potenciales excesivos creados por ti o por quienes te rodean. Tú mismo no te das cuenta de que primero creas el potencial excesivo y luego aceptas las desgracias como un mal inevitable, y no comprendes que es sólo el funcionamiento de las fuerzas equiponderantes.



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