Premonición satánica by Eric Sorenssen

Premonición satánica by Eric Sorenssen

autor:Eric Sorenssen [Sorenssen, Eric]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Aventuras, Intriga, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1981-12-31T16:00:00+00:00


CAPITULO V

—¿Pero cómo sabes dónde buscar? —se inquietó Betty, sentada junto a Ilich, que conducía el vehículo.

El ruso señaló lo que parecía una pequeña pantalla de radar, situada en el panel de instrumentos.

—Lo llamamos «chivato» —sonrió—. Señala la presencia de seres vivos en un radio de cien kilómetros. Por supuesto, es muy útil para detectar presencias enemigas.

—Pero también «detectará» las de vuestros vehículos y tropas, lo que provocará descomunales confusiones —objetó Johnny, que compartía el asiento trasero con Al y Peter.

—Te equivocas, yanqui —rió el ruso, medio vuelto hacia él—. Todos nuestros vehículos y tropas, hasta el último soldado de lo que un día se llamó infantería, tienen coberturas anti detección, ya sea en sus partes metálicas exteriores o en sus uniformes —volvió a señalar la pantalla con el índice—. Si aquí se ve algo, ese algo es enemigo.

—¿Y ahora se ve algo? —preguntó Betty.

—Sí —contestó Ilich, muy animado—. Una gran concentración de seres vivos a no más de cincuenta kilómetros del punto en que nos encontramos.

—¡Pues vamos a ellos! —se exaltó Al. Todos rieron de su entusiasmo.

—Ten en cuenta que ellos nos están esperando —enfrió Ilich tras la risa.

Eso era seguro. Los amos de Ulkus estaban a esas alturas perfectamente enterados de su llegada, por lo que el plan de sorprenderlos era ya impracticable. Ese círculo láser que los había aprisionado hasta la llegada de los «cangrejos» podía reaparecer en cualquier momento y en cualquier lugar. De hecho, los cinco se estaban preguntando el porqué de no haber aparecido ya.

En pocos minutos llegaron a la vista del lugar de concentración de los seres vivos que el «chivato» denunciara. Se trataba de algo relativamente parecido a una población terrestre de mediana importancia.

—Parece un dibujo de los siglos XIX o XX, representando una ciudad del siglo XXI —murmuró Betty y los otros asintieron con la cabeza.

No se veían «cangrejos» ni ningún otro tipo de vida animal, pero el «chivato» no podía equivocarse. Escondido en el interior de las casas o en ignorados refugios, el enemigo estaría al acecho.

—Ellos seguramente nos ven a nosotros, pero nosotros no podemos verlos a ellos —resumió Johnny el sentir de todos.

—¿Por qué no nos atacarán? —quiso saber Betty.

—La respuesta es obvia —se apresuró Al y todos le miraron interrogantes—. No nos atacan porque están esperando que les ataquemos nosotros —explicó.

—Te estás convirtiendo en todo un estratega —le saludó Ilich.

—¿Qué sugieres, «estratega»?

El hasta poco antes vendedor de implementos agrícolas rió como disculpándose.

—Bueno… —dijo—. Si lo que el enemigo quiere es que ataquemos, supongo que lo que corresponde hacer es no atacar.

Peter y Johnny hicieron burlones gestos de admiración, pero Ilich estaba muy serio cuando habló:

—Creo que Al tiene razón.

—¿Qué quieres decir? —era Johnny y estaba sorprendido.

Ilich se encogió de hombros.

—Nada más de lo que he dicho —explicó. Que no atacaremos.

—Pero allí —Johnny señalaba la ciudad— puede estar ese «cerebro» infernal que hemos venido a destruir.

—Puede —concedió el ruso—. Pero no podemos hacer lo que ellos parecen querer que hagamos. Alguna trampa nos han tendido. No, no atacaremos —apoyó sus palabras con un decidido gesto de su mano.



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