Piramides, Esfinges Y Faraones by Kurt Lange

Piramides, Esfinges Y Faraones by Kurt Lange

autor:Kurt Lange
La lengua: es
Format: mobi
publicado: 2010-12-05T23:00:00+00:00


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Desde entonces en nada ha variado la forma del escarabajo sagrado y tal como nosotros lo vemos ahora ante nosotros, con afilados dientes de quitina y delgadas patas delanteras, así hubiera podido servir de modelo al escultor oficial que unos mil trescientos años antes de Jesucristo lo inmortalizó al cincelar su imagen en la pared a la entrada de la tumba del faraón Setos I.

MARAVILLAS TÉCNICAS DEL ANTIGUO EGIPTO

EL término técnico solamente puede emplearse con ciertas precauciones cuando se trata de las obras de los pueblos de la antigüedad.

La sensibilidad de los hombres primitivos, sus realizaciones, su manera de pensar no puede compararse a las nuestras sin más ni más. Su nivel cultural no es el nuestro, el ideal que se propusieron inmortalizar en sus gigantescos monumentos nos es difícilmente asequible, y si en el fondo no parece que el hombre se haya transformado esencialmente en el transcurso de los pocos milenios que abarcan nuestros conocimientos de la historia, no por eso el movimiento de constante evolución que su propio genio imprimió al universo que le rodea dejó de ejercer profunda influencia sobre todas sus categorías mentales.

Este fenómeno no es exclusivo de los pueblos del Antiguo Oriente, sino que es también válido en el caso de los griegos, cuya civilización, no lo olvidemos, constituye el fundamento de nuestra existencia espiritual. Basta releer textos de Heródoto o de Aristóteles para cerciorarnos de la distancia que de ello nos separa, a pesar de las efusivas afinidades que a su pasado nos unen, pues ellos perciben, argumentan y formulan basándose en normas que son las nuestras pero que por otra parte ya no lo son. Al lado de rasgos que nos son familiares, que adoptamos porque representan valores humanos eternos, nos encontramos a cada paso con lo extraño, insólito, inconcebible...

El hombre primitivo era intuitivo y perpetuaba su personalidad sobre todo en obras plásticas. En muchos aspectos sus sentidos eran más despiertos que los nuestros, y más que nosotros sentía el impulso de ocuparse de cosas tangibles y concretas. Para nosotros la imagen y la escultura son productos derivados de nuestro pensamiento, de los que podernos prescindir perfectamente. Para el griego, en cambio, la reproducción era más importante que su efímero modelo.

El itinerario del hombre moderno, deslumbrado por el centelleo de incesantes reflexiones, conduce a la abstracción. La vida de los antiguos— según certera expresión de Jacob Burckhardt — puede resumirse en una palabra: ser, mientras que para la nuestra debemos echar mano de otra más prosaica: hacer, y esto en el mejor de los casos, pues no excluye que a menudo nuestra actividad se reduzca a un simple experimento sin la menor probabilidad de éxito.

El hombre antiguo era ante todo un artesano en el mejor sentido de la palabra, y ahí radica el secreto de su valor y de su felicidad. Con los siglos su llamémosla actividad orgánica ha ido cediendo paso a otro tipo de actividad: la mecánica. La máquina antihumana ha reemplazado a la mano y no



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