Pequeña historia de la música by Fernando Argenta

Pequeña historia de la música by Fernando Argenta

autor:Fernando Argenta
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Arte, Historia
publicado: 2013-01-01T00:00:00+00:00


¡SILENCIO! TENSIÓN Y DISTENSIÓN Y VAMOS TODOS A AFINAR IGUAL.

Aunque parezca una tontería, los silencios o pausas son parte de la música y van adquiriendo también su importancia. A veces un silencio puede ser más expresivo que otras cosas. Bien empleado, un silencio puede provocar un efecto casi brutal. Imaginaos un tutti fortissimo con toda la orquesta y un coro desmelenado sonando a todo trapo, pero de repente, ¡zas!, un corte, la nada, un silencio total. Eso puede ser demoledor, crear una sensación tremenda de caída libre. O también el empleo de un silencio antes de introducir un tema o frase musical. Es como una llamada de atención, se crea una expectación, un «a ver qué va a pasar ahora» que hace que te fijes mejor en la entrada del tema o melodía en cuestión.

Los músicos barrocos saben cada vez más. A ellos, una de las cosas que más les importa es expresar y conmover. Algo fundamental, para eso, es saber crear tensión o distensión en los oyentes empelucados, y por ello emplean cada vez más las disonancias y las consonancias. La disonancia, que sirve para crear tensión, se produce con el choque de dos notas muy próximas, a una distancia tan sólo de un semitono. Esa disonancia, si no se quería dejar al público «de los nervios», con los pelos de las pelucas de punta todo el tiempo, tenían que resolverla en una consonancia, que te relaja.

Hasta el Barroco, a la hora de afinar sus instrumentos, los músicos se hacían un lío porque la distancia entre un tono y otro (es decir, dos semitonos) no era la misma entre todos los tonos. Hay semitonos que en su manera natural de producirse son diferentes a otros, y eso creaba problemas.

Ya un español, Ramos Pareja, en el siglo XV, había hablado y puesto el dedo en la llaga de ese follón, pero todos siguieron como si nada hasta que llegó super-Bach, dio un puñetazo en la mesa, ¡y se acabó! Afinó artificialmente todos los semitonos de igual manera. Para demostrar que su invento funcionaba escribió un obrón, El clave bien temperado. Era una explicación práctica de las grandes ventajas que tenía que todo el mundo afinara de la misma forma en todos los países. ¡Qué solución, madre mía! ¡Ya era hora! A eso se le llamó «temperamento».

Y ahora os propongo traer aquí a otros dos músicos italianos: Albinoni y el gran Antonio Vivaldi.

Albinoni (1671-1751) fue un músico veneciano amigo de otros músicos de su ciudad, como Vivaldi. La familia de Albinoni tenía una fábrica de papel que a él en un principio le daba para vivir, aunque desde pequeño se dedicó a la música como aficionado porque le gustaba muchísimo. Cuando la fábrica quebró, él hizo de esa afición una profesión y pasó a ser músico profesional. Desde luego Albinoni fue un estupendo músico que compuso cantidad de óperas y conciertos, si bien hoy, increíblemente, sólo es conocido por la mayor parte de la gente gracias a una sola obra, un tristísimo Adagio con el que todo el mundo llora.



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