Pequeños desastres by Sarah Vaughan

Pequeños desastres by Sarah Vaughan

autor:Sarah Vaughan [Vaughan, Sarah]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2020-04-02T00:00:00+00:00


* * *

Más tarde, cenando, intenta sugerir que quizá Jess se haya puesto demasiado obsesiva con el trabajo doméstico.

—¿Obsesiva? —Ella deja el cuchillo. Apenas ha tocado el tagine de cordero.

—Bueno, obsesiva no, solo demasiado… concienzuda —retrocede él—. Los cajones de Betsey, por ejemplo: seguro que te ha costado una eternidad tenerlos así. —Capta la expresión de su mujer y se detiene—. Lo único que digo es que preferiría que los niños fueran más felices, aunque la casa estuviera más desordenada. Odio pensar que te preocupas tanto para dejarlo todo perfecto para mí.

El rostro de ella se cierra, como hace cuando está herida.

—¿Te han dicho los niños que no son felices?

—Pues claro que no. No.

—Entonces no veo dónde está el problema.

Nota que las palabras se le secan en la boca, mientras intenta expresar su intranquilidad.

—No quiero una especie de «esposa de Stepford» —dice, torpemente, ¿de dónde ha salido eso?—. Quiero decir que no me importa si la casa no está inmaculada, si no han recogido los juguetes, si hay un poco de desorden. No es eso lo que más importa, ¿no? Odio pensar que estás dejándolo todo inmaculado mientras Betsey llora en el piso de arriba.

La cara de ella es como una máscara: inexpresiva, no responde, es su forma de protegerse. Ha ido demasiado lejos insinuando que ha descuidado al bebé; sin embargo, se siente reacio a dejar el tema. Tienen que hablar sinceramente de ello.

—Es que… me preocupa que las cosas se nos escapen de las manos: que no parezcas feliz, ni siquiera contenta, ahora mismo. Ni lo más mínimo. No como antes. Que no parezcas estar realizada…, ni siquiera ser feliz con los niños. Este tendría que ser un precioso primer año con Bets, ¿no te parece? —sigue él, inquieto por el silencio de Jess, pero decidido a dejar que las palabras salgan, ahora que está cristalizando su sensación de lo que está mal—. Todos esos hitos, todos esos recuerdos… Ella es nuestro último bebé, y pensaba que querías pasar tiempo con ella, simplemente disfrutándola, ¿no?

Le mira como si estuviera hablando un idioma diferente; él es vagamente consciente de que quizá tenga una visión idealizada de la maternidad, una que no cuadra con la experiencia de su mujer en absoluto. Nunca piensa en dónde se han metido, aunque vagamente imagina a Jess haciendo esto o lo otro, o yendo a dar paseos rápidos, o relajándose con las amigas en los cafés. Nunca lo ha imaginado como un trabajo especialmente «arduo»…

Pero por la reacción de ella ve que su percepción es equivocada.

—¿Es que lo he interpretado todo mal? —Se ríe, un poco nerviosamente—. No quiero criticar: quiero ayudar a mejorar las cosas. No creo que tu experiencia de la maternidad tenga por qué ser así.

Ella se mira el regazo, retorciéndose los anillos. Si levantara la vista… Quiere mirarla a los ojos, tranquilizarla, decirle que todo irá bien, y que, aunque él quizá no la entienda, la ama mucho más de lo que es capaz de expresar. Siempre ha sentido eso hacia ella.



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