Penélope del «Polyantha» by Edgar Wallace

Penélope del «Polyantha» by Edgar Wallace

autor:Edgar Wallace [Wallace, Edgar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1925-12-31T16:00:00+00:00


CAPITULO XIII

LA DETENCIÓN DE HOLLIN

Mister Hollin había pasado un día sumamente agradable. Había empezado bien, descubriendo la cartera de Mr. Orford en su camarote. En la excitación producida por el anclaje, y cuando el hombre fornido había salido a cubierta, más molesto que interesado por el desembarco de Penélope Pitt y su escolta, Hollin había practicado un escrupuloso reconocimiento en el camarote del hombre grande, y el resultado había sido eminentemente satisfactorio, porque en la cartera había veinte billetes de cinco libras. Uno de los botes del «Polyantha» que casualmente estaba bajado, proporcionó a Mr. Hollin la ocasión de abandonar el yate, y todo lo que siguió fue natural e inevitable. Cambió los billetes por dinero español y se creyó el amo de Vigo.

A las dos de la tarde Mr. Hollin estaba completamente ebrio y dormía su temprana indiscreción en la trastienda de una pequeña taberna, cuyo propietario consentía gustoso en dar hospitalidad a un hombre cuyos billetes le prometían una tarde provechosa.

Era casi anochecido cuando despertó con una sed irresistible. Una botella de vino blanco, que trasegó toda entera, le puso en un agradable estado de ánimo. No conocía una sola palabra castellana, pero esto no le pareció obstáculo para lanzarse, titubeando, a la calle con las manos en los bolsillos, la cara encendida y en la víscera que él llamaba corazón un deseo furioso de aventura.

Casi enseguida encontró los buenos oficios de un guía, uno de esos inaguantables individuos que se encuentran en todas las poblaciones del Continente. Hablaba inglés con un terrible acento manchesteriano, y Mr. Hollin lo recibió como a un amigo.

—Es usted el fulano a quien he estado todo el día echando de menos —le dijo dándole un abrazo—. Enséñeme cosas. Tengo mucho dinero… Lléveme a los cabarets… Las mujeres son mi debilidad.

Fueron aparar a uno de los barrios bajos de la población, a una pequeña «fonda»[2], donde unos hombres arañaban unas guitarras y unas mujeres vestidas muy elocuentemente bailaban danzas españolas que fueron populares en un época menos culta y más indecorosa. Mr. Hollin estaba en sus glorias, sentado ante una mesa materialmente cubierta de botellas de Rioja, whisky insípido y champaña barata, con una muchacha sentada en cada rodilla y yantando a voz en cuello una balada sentimental sobre «su madre, tan viejecita y tan arrugada», cuando se le acercó un hombre que, evidentemente no era español; un hombre alto, de edad madura, cuyo sola tiesura debió de haber puesto en guardia a Mr. Hollin, si éste no hubiera estado de un humor tan excelente.

—¿Es usted inglés? —preguntó el desconocido acercando una silla a la mesa.

—Sí, camarada, soy inglés. «Ostraliano», para hablar con propiedad. Beba lo que quiera.

El desconocido se sirvió una modesta cantidad de una botella que, al menos tenía un rótulo con la palabra «whisky», y bebió de un trago el veneno.

—¿Cuál es su barco? —preguntó luego negligentemente.

—¿Mi barco? —repitió Hollin frunciendo el ceño—. No sé lo que quiere usted decir.-

—Usted es un marinero, ¿verdad? Sólo los marineros vienen a Vigo.

—Lo soy y no lo soy —respondió gravemente Hollin—.



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