Pecar como Dios manda by Federico Andahazi

Pecar como Dios manda by Federico Andahazi

autor:Federico Andahazi [Andahazi, Federico]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2008-01-01T05:00:00+00:00


En sus confesiones pareció un hombre demasiado de escrupuloso, y para mandarle parecer por sola su denunciación mil leguas de camino, no habiendo testificación contra él, como no la había ni oviera jamás si él no se denunciara, hubo mucha duda en la consulta.

Finalmente y por súplica del atormentado cura Melgarejo, el tribunal accedió, a regañadientes, a suspenderlo por un tiempo de las funciones de confesar mujeres.

4.

El cambio de sexo

Tal como hemos podido ver, el travestismo era mucho más frecuente de lo que podría suponerse y, en varias de las culturas precolombinas, tenía un carácter sagrado. Los españoles se mostraban escandalizados ante tan heréticos personajes. ¿Pero tenían motivos para sorprenderse? He aquí un caso curioso que ilustra cómo tales prácticas no eran desconocidas, tampoco, para los españoles. Y si bien jamás podría afirmarse que el cambio de sexo pudiera considerarse sagrado en Occidente, en más de una ocasión no fue ajeno a los ámbitos sacros. Incluso un monarca y hasta un papa autorizaron un caso de cambio de identidad sexual que examinaremos a continuación.

Durante el Siglo de Oro español existió un personaje de ribetes novelescos: Catalina de Erauso, conocida como la Monja Alférez. Hija de Miguel de Erauso y de María Pérez de Gallárraga, nació en San Sebastián en el año 1592. Siendo muy pequeña fue puesta pupila en el Convento de la ciudad, bajo la rígida tutela de una tía suya que oficiaba de abadesa. Durante toda su niñez, Catalina no conoció otra cosa que la clausura y la vida monástica. Pero al llegar a la pubertad su espíritu se rebeló contra aquella silenciosa existencia intramuros y se desató en ella una contenida iracundia. Presa de su rebeldía, discutió fuertemente con una monja; la discusión se transformó en una lucha cuerpo a cuerpo y, finalmente, la pelea terminó en una gresca de proporciones de la que, al parecer, participaron todas las religiosas. Antes de que su tía la castigara con todo el rigor que su comportamiento merecía, Catalina colgó los hábitos y huyó del convento disfrazada de campesino.

La muchacha se convirtió en una suerte de anacoreta; vivía en el bosque alimentándose de hierbas, frutos silvestres y pequeños animales que ella misma cazaba. Pero además de su nueva situación social, decidió cambiar definitivamente de condición sexual: nunca abandonó el atuendo masculino, se cortó el pelo como un hombre y, durante sus breves incursiones de pueblo en pueblo, adoptó diferentes nombres; así, se la conoció como Alonso Díaz, Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Antonio Ramírez de Guzmán y Antonio de Erauso.

Su complexión física sin dudas colaboraba para que nadie sospechara que debajo de aquella apariencia se escondía una mujer. Tenía una estatura sumamente elevada, su anatomía no presentaba las curvas típicamente femeninas, carecía casi por completo de pechos y sus rasgos angulosos le conferían una expresión severa y hosca. Con el propósito de iniciar una nueva vida conforme a su reciente elección sexual, decidió partir hacia el Nuevo Mundo.

Primero estuvo en Perú y luego en Chile desempeñándose como soldado. Su



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