Paris En El Siglo Xx by Julio Verne

Paris En El Siglo Xx by Julio Verne

autor:Julio Verne
La lengua: es
Format: mobi
Tags: sf
publicado: 2010-11-26T00:00:00+00:00


4 “Voiture”, en francés. Juego de palabras. Ver notas del editor al final del libro.

de vanguardia, que se entregó a fondo en esa gran batalla del 89 que la civilización ganó a la barbarie. Desgraciadamente,

después se ha abusado un tanto de ella y ese demonio del progreso nos ha llevado hasta donde estamos. —Quizás terminará por haber una revolución en su contra —dijo Michel.

—Es posible —respondió el tío Huguenin—, y no dejará de ser curioso. Pero no caigamos en divagaciones filosóficas y sigamos circulando entre las filas. Aquí está un fastuoso jefe de ejércitos, que pasó cuarenta años de su vida hablando de su modestia, Chateaubriand, al cual ni sus Memorias de Ultratumba han conseguido salvar del olvido.

—Y por ahí está Bernardin de Saint-Pierre —dijo Michel—, cuyo dulce relato, Paul et Virginie, ya no conmueve a nadie.

—¡Ay! —continuó el tío Huguenin—, hoy Paul sería banquero y se dedicaría a la trata de blancas, y Virginie se casaría con el hijo de un fabricante de resortes para locomotoras.

¡Mira! Aquí están las famosas memorias de Monsieur de Talleyrand, que se publicaron, conforme exigió, treinta años después de su muerte. Estoy seguro de que este hombre debe continuar de diplomático allí donde esté; pero no creo que el diablo lo deje hacer mucho. Más allá alcanzo a ver a un oficial que manejó muy bien la pluma y la espada, un gran helenista, que escribió en francés como un contemporáneo de Tácito, Paul-Louis Courier; cuando nues— tra lengua se pierda, Michel, se la podrá reconstruir enteramente con las obras de este notable escritor. Y aquí vemos a Nodier, el amable, y a Béranger, un gran hombre de Estado que hizo canciones en sus horas libres. Por fin veo que llegamos a esa generación brillante, que escapó de la Restauración como del seminario y que hizo mucho ruido en la calle. —¡Lamartine! — exclamó el joven—. Un gran poeta.

—Uno de los maestros de la literatura de imágenes, verdadera estatua de Memnón que resuena a los rayos del sol. Pobre Lamartine, que después de haber prodigado su fortuna en las causas más nobles y llegado a pobre en las calles de una ciudad ingrata, prodigó su talento a sus acreedores, liberó a Saint-Point de la plaga de las hipotecas, y murió de dolor viendo que su tierra familiar, allí donde reposaban los suyos, era expropiada por una compañía de ferrocarriles...

—Pobre poeta —repitió el joven.

—Junto a su lira —continuó el tío Huguenin—, puedes ver la guitarra de Alfred de Musset. Ya no se la toca, y hay que ser un viejo fanático como yo para gozar con las vibraciones de esas cuerdas laxas. Hemos ingresado a la música de nuestro ejército.

—¡Ah! ¡Víctor Hugo! —gritó casi Michel—. Espero que lo contarás entre nuestros grandes capitanes...

—Lo sitúo en primera fila, hijo mío, mientras agita la bandera romántica en el puente de Arcole, vencedor de las batallas de Hernani, de Ruy Blas, de Burgraves, de Marion. Como Bonaparte, ya era general en jefe a los veinticinco años y derrotaba a los clásicos austríacos en cada encuentro.



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