Páginas de la Historia (Spanish Edition) by José Luis Comellas

Páginas de la Historia (Spanish Edition) by José Luis Comellas

autor:José Luis Comellas [Comellas, José Luis]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Rialp
publicado: 2008-12-31T23:00:00+00:00


En todo caso, se prevé una evolución. Ya sabemos que Kant había entendido el progreso intelectual, y con él todas las demás formas de progreso, como una cuestión de tiempo. No se puede precipitar la historia sin riesgo de desgarrarla. Y reconoce que «solo los hombres cultos pueden hoy pensar libremente». Los demás o no piensan o es preferible que no piensen. Una larga tarea de educación puede ir extendiendo responsabilidades a toda la enorme gama de la sociedad, pero Kant ni siquiera se pregunta cuándo esa extensión se habrá consumado. La idea de un progreso inevitablemente a largo plazo, conseguido a costa de trabajos y con la «majestuosa lentitud de la naturaleza», seguiría siendo el eje central del pensamiento de Alberto Lista, una generación más tarde. Para Lista y su escuela, solo cuando los hombres sean cultos y económicamente suficientes, es decir, independientes, podrán aspirar a ser libres. Más tarde, los románticos echarán en cara a los ilustrados su desesperante lentitud. Pero en buen número de casos, es cuestión de ponerse a analizar hasta qué punto la diferencia entre unos y otros se refiere menos a las metas que a las prisas por llegar a ellas. ¿Hubo ilustrados que creyeron compatible por mucho tiempo ilustración y absolutismo? Tampoco es disparatado creerlo así, ni puede criticárseles por ello. Entre la teoría del poder «absoluto» y la forma de gobernar un monarca asesorado por muchos —y en el siglo XVIII por lo general buenos e inteligentes— ministros existe una diferencia que el tópico se ha negado por mucho tiempo a reconocer; pero nadie ha dudado de la bondad y hasta acaso de la bonachonería de unos cuantos de los reyes de entonces. En Inglaterra, monarcas y ministros —ministros prudentes casi siempre— lograron evitar, o, mejor, hacer innecesario el trauma de la Revolución.

No es del caso indagar si los ingleses no tuvieron revolución porque la habían tenido un siglo antes, o si es que el paso del Antiguo al Nuevo Régimen se dio tan por sus pasos contados, que resulta muy difícil atinar (y hasta sería estúpido intentarlo) en qué momento preciso se «saltó» de uno a otro. Inglaterra, hoy Reino Unido, sigue siendo el único país libre, y francamente libre, del mundo, que no se ha dotado de una constitución.

Tampoco es posible asegurar sin riesgo de engaño que el monarca, el otro sujeto del pacto, traicionó sus intereses, ni mucho menos sus ideales. Soberanos idealistas, apresurémonos a matizar otro redomado tópico, los hubo siempre. Y en el siglo XVIII un rey ilustrado estaba de acuerdo con las ideas de su tiempo y, por qué no, con las buenas intenciones de su conciencia. Las teorías de un «rey filósofo», un rey «filántropo» y «benefactor», le halagaban mucho más que le molestaban. El rey probalmente no se ha convencido, como suele decirse, sino que estaba convencido de antemano, solo que ahora se encuentra con más posibilidades de conseguirlo, de que el país y la sociedad en su conjunto pueden y deben progresar, alcanzar



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